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Todo había acabado

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Todo había acabado. Kinn era un completo imbécil. El jarrón de cerámica haciéndose añicos al impactar contra el piso, fue suficiente para que ambos supieran que todo llegó a su final. Entre ellos ya no había esa chispa de pasión, cariño y amor. Ya no se entendían, se la pasaban gritando cada vez que se veían. Porsche estaba cansado de tener que esperar todas las noches, despierto y preocupado porque Kinn no llegaba hasta el día siguiente. Y cuando llegaba, ni siquiera le daba una mirada o mínimo una explicación sobre su paradero. Lo único que recibía eran mentiras.

Porsche lanzó el otro jarrón, directo a la pared, justo a un lado de donde Kinn estaba acorralado. Se acercó amenazante y harto de todo esto. Kinn se quedó quieto, ni siquiera se inmutó cuando Porsche le dio un puñetazo en el rostro. No había tristeza, había ira y resentimiento. A diferencia de Vegas y Pete. Ellos se lanzaban a los golpes cada vez que tenían un discusión.

- He terminado, ya no soporto más, Kinn -Porsche bufó y volvió a lanzar un puñetazo en el pómulo derecho del mayor- desapareces todas las noches y vuelves al día siguiente, pero no me das ninguna explicación. ¿A dónde vas?

- No tengo porque darte explicaciones, acabas de terminar conmigo, ya no debo decirte la razón -dijo luego de devolverle el golpe-

- Oh, claro que lo harás, tiraste años de relación a la basura, por el caño, como quieras llamarlo. Dime, ¿fue porque no pudiste mantener la polla en tus pantalones?, ¿no fue suficiente conmigo y tuviste que buscar a alguien más? -las preguntas eran hechas con dolor e ira-

Kinn se quedó callado, y esa fue suficiente respuesta para que Porsche tomara sus cosas, no se quedaría ni un minuto más en esa casa. Ya no más. Kinn no fue detrás de él. Y solo cuando estuvo en la soledad del jardín, dejó que algunas lágrimas abandonaran sus ojos. No era de llorar, pero esto en verdad dolía, Kinn le estuvo viendo la cara de estúpido todo este tiempo, no tuvo las suficientes agallas para decirle que había otra persona. En su lugar tuvo que esconderlo descaradamente y fingir que solo estaba ocupado, que los negocios le quitaban tiempo y que por eso llegaba al día siguiente. Más no le decía la verdadera razón. Pero debió suponerlo por el perfume desconocido en la ropa de su ahora ex novio y las manchas violáceas en su cuello.

||𝐇𝐨𝐠𝐚𝐫Where stories live. Discover now