Capítulo 31_ Lo prometo.

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El cielo estaba empezando a  aclararse, pasando del azul marino al rojizo mientras el sol emergía en el horizonte. Brillaba a lo lejos a pesar de los nubarrones de lluvia que cubrían el palacio de King's Landing. Al parecer los días lluviosos terminarían pronto.

—Välj inte din bror, Ingram.
—No picotees a tu hermano, Ingram.

Ignorando las pequeñas gotas de lluvia que caían, pequeñas pero incesantes Héoleth se encontraba junto a sus cuervos en una de las muchas terrazas que el castillo poseía.

Por fin a sus padres no les importaba el hecho de que pudiera verlos y pasar tiempo con ellos. Las cosas parecían estar mejorando en cuestión de confianza.

Esa mañana se había levantado más temprano de lo que acostumbraba, de hecho ni siquiera había pegado el ojo en toda la noche luego de lo sucedido con Aemond.

Dispuesta a no querer recordar eso, tomó un puñado de semillas de un pequeño costal y comenzó a repartirlas entre las aves.  Los suaves picoteos de los cuervos en su palma la hicieron sonreír, más cuando uno de ellos, el más travieso de todos engulló semilla tras semilla en su desesperación por comer más que sus hermanos.

—¡Hej! du borde lämna lite till andra. Ronne, var artig.
—¡Oye! debes dejarle un poco a los demás. Ronne, sé cortés.

Dijo y rió más. Los había extrañado bastante. Al menos contaba con su compañía ahora que estaba peleada con Jace y Luke, y que ésa misma mañana emprenderían su viaje regreso a Dragonstone. Madroc continuaba distante y ni qué hablar de Aemond... Héoleth no sabía cómo sentirse ante la "discusión" que habían tenido la noche anterior.

—Hace tiempo que no ríes así.

La profunda voz de su padre penetró la obnubilada mente de Héoleth, y al mismo tiempo hizo parar en seco a todos sus cuervos. Un instante después, el hombre se posó a su lado, maravillado por la desenvoltura de su hija con las aves.

Tenían un lazo especial.

—Majestad ¿A qué debo el placer? —preguntó la joven sin poder evitar sentirse algo incómoda.

—Pasaba por él lugar y no dudé en acercarme a mi hija. —dijo brindándole una pequeña sonrisa. —Es maravillosa la conexión que tienes con ellos.

—Tan sólo sigo los pasos de mis antepasados. —respondió ella mientras se enfocaba nuevamente en los cuervos.

—Puedo jurar que ninguno de los antiguos Cambiapieles de la familia fue tan talentoso cómo tú.

Héoleth no respondió al halago. Se encontraba bastante confundida por aquel repentino comportamiento. El hombre al notarlo soltó un sentido suspiro mientras la observaba.

Ambos se miraron. Hubo un tiempo en el que tuvieron una buena relación, y siempre habían hablado las cosas; pero su padre se había alejado de ella en los  últimos meses.

El derrotismo que Ninthalor veía en su hija no le gustaba. Héoleth siempre fue una joven alegre, amable, no desgana y apatía.

—Detesto verte tan callada y distante.

La joven continuó en silencio, no sabía por qué su padre le decía eso, pero luego el hombre sentenció creyendo saber el motivo de su actitud:

—Tu madre te quiere, Héoleth. Sé que no lo demuestra pero está tan orgullosa de ti cómo lo estoy yo.

Héoleth tragó con dificultad e hizo una mueca.  Hacía meses, desde el comienzo de los ataques a su gente, para ser exactos, que no veía esa expresión amable y comprensiva en el rostro de su padre, que no sea la dura y autoritaria que había levantado ese impenetrable muro de entre ellos.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora