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[Sin editar]

—Queda solo unas noches para el gran día, ¿Cómo crees que nos irá?

—No lo sé, y la verdad no me interesa, solo quiero salir de este lugar. —comenté amarrando mi cabello

Negó

—¿Crees que consiguieron alguien bueno?

Quise reír en su cara ¿Alguien bueno? En este mundo no había gente buena, solo eran personas que disfrutaban el sufrimiento de lo ajeno, delincuentes que llenaban sus manos de sangre.

—¿Crees que alguien bueno estaría contribuyendo a la trata de blancas?

Calló

—Fuera de aquí será fácil irme.

Y no mentía tenia la fé de que me comprarán para escapar, sabía como esconderme y deseaba ser libre. Pero dentro de mi tenia temor a lo desconocido, no recordaba a mi familia ni mi verdadero nombre.

Esta gente se dedicaba a robar niñas para criarlas como animales y así poder venderlas al mayor postor.

—No seas tan dura con ellos.

—¡Son asesinos!

—Tienen sus razones

—No seas estupida.  —salí de la habitación furiosa

Esperaban que cumplieramos veinte para vendernos a un precio mayor, ya que mientras más edad más cualidades tenian.

Pero claro a veces los hombres decidían niñas o adolescentes para sus fetiches asquerosos y claro donde había dinero no había problemas para conseguir a alguien.

Era una organización que tenia mucho dinero para ocultar las atrocidades que hacian, hasta gente del gobierno estaba dentro de esto.

Las mujeres que no eran vendidas servían como mulas y para tener más niñas que vender.

Conocía bastante este lugar, a comparación de las demás yo no me rendía a ser libre, las demás se resignaban o no conocían otro lugar u otra realidad fuera de estas paredes.

Era la que tenía mejor valoración, al saber hablar cinco idiomas, un buen manejo en artes marciales, primeros auxilios, cocina, arte y otras actividades, estaba valuada en más de un millón de dólares y claro subía más porque no había estado con ningún hombre y tenía buen cuerpo.

Cuando las mujeres no cumplían con el cuerpo deseado las operaban para que los clientes estuvieran contento, claro, si las hormonas que nos daban no funcionaban.

Con una educación superior en negocios eramos bastante capaces para sobrevivir sin nadie, pero claro, nuestro propósito era servir a nuestro comprador.

Me negaba a ser una muñeca

Entré al gran salón donde nos enseñaban artes marciales y me encontré con mi profesor.

—841, ¿que haces aquí?

Suspiré, no me gustaba que me llamaran por mi numero de brazalete.

Lágrimas De Nerverland Where stories live. Discover now