Prólogo

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«Querida, encuentra lo que amas y deja que te mate. Deja que consuma de ti tu todo. Deja que se adhiera a tu espalda y te agobie hasta la eventual nada. Deja que te mate, y deja que devore tus restos.

Porque de todas las cosas que te matarán, lenta o rápidamente, es mucho mejor ser asesinado por un amante»

— Falsamente tuyo, Charles Bukowski.

¿Saben? De niña, nunca me gustó la poesía. Quizás sea porque intenté leer a Bukowski a los siete años y no logré comprender ni una pizca de lo que este hombre decía. 

Sin embargo, los años pasan y, por desgracia, hoy soy capaz de comprender sus palabras y de analizar la triste vida que parecen llevar la mayoría de los poetas. Es como si todos sufrieran de una terrible enfermedad llamada melancolía, como si anhelaran escapar de una vida irremediablemente vacía. Y es justamente esa la razón por la que sus versos son tan ricamente altos en depresión y un tipo de soledad anímica.

Creo que el problema para todo poeta surge cuando ya no desea más escapar de su profundo estado de tristeza y ansiedad, cuando se siente a gusto con esta enfermedad, al punto de anhelar la melancolía como un tipo de droga esencial.

Creo que el dilema de todo poeta radica en su búsqueda constante de experiencias cercanas a la muerte que le permitan enriquecer sus versos y hacerlo sufrir siempre un poquito más. 

Ojalá alguien nos hubiera advertido que serían unos malditos versos los que arruinarían nuestra vida de una manera casi infernal.

TIED UP © #1 [✓]Where stories live. Discover now