16

2.1K 299 13
                                    

Al llegar a casa, vomito.

Entre llorar y vomitar ¡no doy abasto!

Jeen, preocupada por mi estado, me ofrece una de sus infusiones, pero la rechazo. Sólo el olor me pone peor. Que llame a Kook, así al menos sabré de él.

La cabeza me estalla y me obligan a tumbarme. Agotado, me duermo. Cuando me despierto, un par de horas después, estoy enfadado, muy enfadado, y llamo a Kook. Al tercer timbrazo, lo coge el teléfono.

¡Aleluya!

—Dime.

—No, mejor dime tú a mí, ¡gilipollas!

Tras un tenso silencio, él dice con sorna:

—Cuánto tiempo sin oír esa dulce palabra en tu boca. Lástima no ver cómo la dices en vivo y en directo.

De nuevo noto que ha bebido. Pero sin querer desviar el tema, continúo:

—¿Cómo eres tan gilipollas de creer lo que Laisa dice?

Noto cómo su respiración cambia. Debe de estar cansado y pregunta:

—¿Y cómo sabes que ha sido Laisa quien me ha informado?

—Porque las noticias vuelan más rápido de lo que tú crees —respondo con frialdad.

Silencio.

El silencio es tenso.

El silencio me mata.

El hombre al que quiero sisea:

—No he hablado aún con mi buen amigo Tae. Mi charla con él la reservo hasta estar frente a frente, pero...

—No tienes por qué hablar con él sobre este tema, porque nunca ha pasado nada entre nosotros.

Tae es tu mejor amigo y una excelente persona. No sé cómo puedes desconfiar de él y creer que entre él y yo hay algo más que amistad.

El sonido que oigo lo identifico rápidamente con el de un bar y, antes de que pueda preguntar dónde está, Kook dice en tono jocoso:

—Vaya, Jimin, cómo lo defiendes, qué tierno.

—Lo defiendo porque hablas sin saber.

—Quizá sé demasiado.

—Pero ¿qué es lo que sabes? ¡Cuéntamelo! —grito, fuera de mí—. Porque, que yo sepa, él y yo sólo hemos tenido algo con tu consentimiento y, sobre todo, bajo tu supervisión.

—¿Estás seguro, Jimin? —pregunta en un tono que me desconcierta.

—Estoy seguro, Kook. Muy seguro.

La tensión se corta con un cuchillo y pregunto preocupado:

—¿Dónde estás?

—Tomando algo. Beber es lo mejor que puedo hacer para olvidar.

—Kook...

—Qué decepción. Creía que eras único e irrepetible, pero...

—No me vuelvas a decir lo que ya me dijiste una vez y ocasionó nuestra ruptura —grito—. Contén tu lengua, maldito gilipollas, o te juro que...

—¿O me juras qué?

Su voz, su tono, me indican que está fuera de sí e, intentando tranquilizarme para no ponerlo más nervioso, digo:

—No entiendo cómo te puedes creer algo así. Sabes que yo te quiero.

—Tengo pruebas —me corta furioso—. Tengo pruebas y no me las van a poder negar ninguno de los dos.

juegos de seducción IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora