III

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La risa de Kevin inundó por completo el lugar, siendo poco después acompañada por la de Julián.
Ambos jóvenes estaban intentando conocerse, ya que el acento del cordobés le dificultaba al mayor entender algunas de las palabras que decía, sin mencionar aquellos modismo que decía y Kevin no entendía para nada.
Aún así ambos seguían intentándolo.

La risa de Julián se disipó poco después de haber iniciado, mientras que la de Kevin seguía sonando en la habitación con la misma intensidad con la que había empezado.
En tan solo unos minutos Julián había logrado romper la gran barrera que el mayor tenía impuesta sobre si y había llegado al que el creía, era el verdadero Kevin.

Aunque aún no entendía con exactitud que era lo que me había causado tanta gracia en el moreno, Julián estaba feliz de haberle causado aquellas carcajadas y no pudo evitar sonreír mientras lo admiraba.

—¿Cómo que eras un salami? —Julián soltó una sonora carcajada al escuchar aquella pregunta, ahora entendía la risa del moreno.

—Me voy a mear boludo. —pronunció para si mismo y miró al mexicano con atención,el cual no podía borrar de su cara la divertida sonrisa—. Dije, salame. S-a-l-a-m-e. —le repitió con lentitud cada letra mientras la deletreaba en lengua de señas.

La expresión de Kevin rápidamente pasó a una de sorpresa, ahora entendía. Volvió a reír ante su equivocación, pero esta vez con menos intensidad.

—¿Y qué es salame? —miró a Julián expectante, esperando una respuesta.

—Salame, es una forma cariñosa de decir tonto. —mientras le explicaba con lentitud y calma, le decía todo en lengua de señas en una forma de comenzar a enseñarle.

—Oh.

Kevin se quedó callado después de eso, pensando en otro tema de conversación, por su parte Julián le miraba atento, el mexicano lo tenía hipnotizado.

—¿Por qué aprendiste lengua de señas? —soltó de repente Kevin, sacando a Julián de su trance y obligándolo a mirarlo a los ojos.

A la mente del argentino llegaron miles de recuerdos y momentos, que como consecuencia le trajeron nostalgia y tristeza.

—Yo aprendí por mi abuelo. El se volvió sordo por un accidente, al igual que tu. —Kevin miraba sus labios y manos, confundiéndose un poco pero agarrando el ritmo.

—Lo siento, no debí preguntar.

—Está bien, me gusta hablar de el y hablar en lengua de señas. —le sonrió, haciendo al mexicano sonreír de igual forma.

—Me gustaría empezar a aprender señas ahora, si es que podemos. —dijo con algo de pena el mayor.

—Dale, me parecé una gran idea. —Kevin sonrió y miró sus labios con atención, mirando de vez en cuando sus manos—. ¿Te parecé empezar con el abecedario? —Kevin asintió.

Lo que restó de aquella tarde se concentró en el argentino enseñandole al mexicano lo básico sobre la lengua de señas entre risas y bromas que a veces el otro no entendía.
Al caer la noche llegó la hora de que el cordobés se fuera, aunque había un pequeño problema, su transporte no estaba.

—Tendré que pedir un Uber. —anunció el argentino, olvidando por completo que el más alto no lo escuchaba.

Julián espero pacientemente una respuesta por parte de Kevin, quien también esperaba una respuesta de el.
Duraron en silencio un gran rato hasta que la incomodidad se hizo presente en el argentino y cayó en cuenta de su confusión.

—Pero que boludo que soy. —se dió un leve zape sorprendiendo a Kevin, quién lo miró desconcertado y preocupado.

—¿Estas bien? —se acercó al contrario para revisarlo.

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⏰ Última actualización: Apr 01, 2023 ⏰

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