Capítulo 1: ¿Cómo llegamos aquí?

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Mi mente es un campo de batalla donde el sin sentido está ganando terreno por dejarme llevar por los juegos del deseo y la intriga. A la vez la lógica y el sentido común me gritan que me mantenga al margen de las disputas de la familia Targaryen.

¿Cómo me puedo mantener alejada? Hace unos años tan solo era un cachorro de lobo que estaba a la merced de venenosas víboras, entonces ellos me dieron un lugar a su lado y me protegieron como a otro dragón ¿Cómo podría mantenerme apática? Mi gratitud y mis mejores pensamientos son suyos eternamente, aunque eso no me exenta de ver y condenar sus errores.

¿Qué ganaré de todo esto? Absolutamente nada,  "Solo busco lo mejor para el Reino" es mi justificación, cuando en realidad en el fondo de mi corazón solo deseo protegerlos de ellos mismos.

Ojalá solo fuera cariño sincero lo único que inundará mi cabeza. También deseo huir de quien alguna vez fue mi mayor confidente, quiero estar alejada de él y el sueño frustrado que representa. Cada risa que escucho hace que me cuestione si todavía conservo la cordura  ¿Por qué me molesta tanto ver a esas mujeres riendo como hienas cerca de ese detestable príncipe? Con sinceridad puedo decir que el me ha lastimado más que cualquiera, pero todavía deseo que se encuentre bien. Desde mi retorno a Deembarco del Rey su actitud no ha hecho más que más sus marearme. Me hierve la sangre del solo imaginar su sonrisa altanera cuando se percate que todavía lo deseo y cada día con más fuerza porque no puedo tenerlo.

Oh, Aemond Targaryen como detesto adorarte...

¿Cómo he llegado a este punto?

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(Narrador Omnisciente)

Hace 6 años en Desembarco del Rey

Era un nuevo día en la Capital. Como era costumbre la princesa Helaena Targaryen caminaba por los jardines reales, pero ahora la acompañaba Rhaella Stark. Los presentes observaban con asombro como ambas conversaban amenamente, ya que la princesa que solía ser de pocas palabras con las personas ajenas a su núcleo familiar ahora hablaba emocionada con la recién llegada.

—   La princesa encontró un nuevo bichito con quien jugar—mencionó con envidia una joven de cabello rubio, quien era solo uno de los 29 vástagos de Lord Jasper Wylde, consejero de Edictos — ¿Acaso no es tierno? — Las doncellas a su alrededor rieron y luego hicieron una reverencia ante el nuevo par de amigas.

Era un nuevo día donde Rhaella se mordía la lengua, relajaba sus manos y sonreía ante los comentarios malintencionados. En Invernalia nadie era tan tonto o suicida para atreverse para ser tan descarado con ella, pues su padre o Cregan, su hermano, siempre estaban a su lado. Todo ya era distinto, ella estaba sola a miles de kilómetros de su hogar buscando formas de honrar a su casa. No podía darse el lujo de responder o provocar un escándalo, puesto que su tío no tardaría en comprometerla con un Lord viejo que solo la vería como un pedazo de carne.

—   ¿Lady Rhaella? — dijo Helaena sacándola de sus pensamientos — Tengo que ir a estudiar valyrio con mis hermanos.

—   Oh, está bien, su alteza—la oji­gris sonrió apenada y se inclinó — Como siempre ha sido un gusto estar a su lad...

—   En realidad, quisiera que me acompañaras, solo si se desea — La peli plateada la miró con curiosidad unos segundos a los ojos a la norteña.

—   Me encantaría acompañarla ¿Segura que puedo asistir con usted? —Rhaella tenía sus dudas sobre ir, puesto que había escuchado que los príncipes eran molestos y arrogantes.

—   No va a ser ningún inconveniente. Además, si Aegon puede asistir tambaleando y apestando a alcohol ¿Por qué no podría yo asistir con mi amiga? — Lo que no sabía la princesa es que este pequeño gesto sería un punto de inflexión para el destino de todo Poniente.

(...)

La reina Alicent Hightower caminaba por su habitación intentando entender ¿Por qué la primera amiga de su única hija era una sucia bastarda de la casa Stark? Conocía los rumores que la esposa del recién fallecido Lord Rickon Stark era una gran amiga del perverso Daemon Targaryen. Si el príncipe canalla fue capaz de matar a su primera esposa y seducir a su sobrina, no era difícil imaginar que sería capaz de meterse con una mujer casada. Casi parecía que los Dioses disfrutaban de como Daemon de alguna forma u otra perturbaba la vida de la pelirroja.

—   Buenas tardes, Madre — Aemond se asomó por la puerta— Me mandaste a llamar ¿Qué sucedió? — dijo con serenidad, aunque por el rostro de su madre sabía que algo la afligía.

—   ¿Sabes dónde está tu hermana?

—   En sus clases de baile junto a Lady Rhaella — El príncipe respondió extrañado pues Helaena seguía una rutina que su madre conocía a la perfección.

—   Como suponía — Con gentileza tomó las manos de su hijo— Mi niño, eres al único en el que confío para una tarea ¿Estás dispuesto? —Él asintió feliz— Necesito que pongas especial atención en la pequeña Stark, quiero asegurarme de que no lastimará a tu hermana ¿Me entiendes?

—   Entonces ¿Deseas que vigile a Rhaella?

—   No, hijo mío — Alicent sonrió ante la dualidad entre la responsabilidad e ingenuidad de su hijo de 12 años — Deseo que te hagas cercano a ella y conozcas la naturaleza de sus intenciones. Me preocupe que ella desvía a tu hermana del camino de la honradez.

El príncipe aceptó sin más explicaciones, el confiaba en la intuición de madre y haría todo lo que estuviera en su poder para proteger a los suyos. Además, él se encontraba muy intrigado por la muchacha de apariencia etérea que había causado envidia en muchas jóvenes en la Fortaleza Roja. No le sorprendería que hasta la misma heredera al trono, Rhaenyra, anhelara que alguno de sus bastardos luciera como la preciosa Lady Rhaella.

Entre la emoción y nerviosismo sus pensamientos divagaban entre lo que sabía, lo que desearía saber y cómo debería acercarse para cumplir su misión. Primero, deseaba preguntarle si su nombre de origen valyrio había sido una coincidencia sospechosa o una idea espontánea al ver su cabello. Luego que razonar se dio cuenta que esa pregunta podría incomodarla y arruinar cualquier intento de acercamiento. Pronto, el príncipe se entristeció al pensar que con tan solo 11 años ella había perdido a su madre, su hermano menor y su padre. Le era inevitable ponerse en esa trágica situación; En sus recuerdos más tempranos su padre, el Rey, siempre había tenido complicaciones con su salud, pero siempre vio la muerte como una posibilidad distante.

¿Acaso sufriría si padre muriera mañana?" Se preguntaba, pero surgió otra pregunta en forma de respuesta "¿Acaso mi padre sufriría si mañana yo muriera?". A una corta edad llegó a la conclusión que con su padre compartía sangre, el mismo apellido y nada más, para Aemond eso era suficiente.

Por otro lado, al imaginar en la muerte de alguno de sus hermanos un gran vacío se formaba en su pecho. Puede que Aegon fuera un patán y Heleana pareciera vivir en su propio mundo, él sin pensarlo daría su vida por ellos. Asimismo, pensar en que algún día él tendría que decirle el adiós eterno a su madre lo devastaba. El anhelaba poder ser más que un príncipe sin dragón para así poder cuidar y hacer feliz a su progenitora todo el tiempo que les restará juntos en la tierra.

Secretos en la Corte | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora