XVII.II

518 63 7
                                    

۫ ּ ֗ ִ ۪ ⊹ ˑ ֗ ִ ۫

治崎ちさき廻かい

Al lado izquierdo se encontraban mis libros. A la derecha, mis cuadernos y en medio mi celular para ponerme a escuchar música. Sin ella, no puedo concentrarme. Ya tengo una hora aquí, creo que ya debería regresar a casa.

— Oye.

Hablaron, en el momento en que me retiré los auriculares. Al levantar la mirada me encontré con un grupo de cinco chicos, cinco hombres, los cinco van en mi salón de clases.

— ¿Puedo ayudarte en algo? — pregunté cortante. Siempre vienen a molestar cuando me ven sola.

— Sí, ¿cuándo te vas a ir de aquí?

— Al mismo tiempo que tú — contesté, tomando un libro. Hojeaba para dirigirme a la página donde se encontraba la información.

— No queremos graduarnos con la hija de un asesino — comentó uno de ellos.

— Qué pena.

— Lo mejor sería que te murieras.

— Ah.

— Estúpida arrogante — cerré el libro de golpe y me levanté de la banca viéndolos con molestia. Sólo uno de ellos se sobresaltó gracias a mi reacción.

— ¿Qué? ¿Vas a llamar a tu papi para que te salve? — preguntó uno de ellos en tono burlón.

— Yo no necesito de nadie más para defenderme — comencé, diciendo —. Yo sola puedo. No como ustedes, cobardes, que vienen en un grupo de cinco débiles porque me tienen miedo. 

— ¿M-Miedo?

— Nosotros... No te tenemos miedo.

— Ahora díganlo sin llorar — dije, cruzando los brazos. Ellos, por su parte, se fueron a pasos rápidos no sin antes volverme a decir: Muérete.

Me senté pesadamente en la banca otra vez.
El aire comenzó a hacerme falta y mi cuerpo comenzó a temblar.

Muérete. Es lo que siempre he escuchado.
Estás mejor muerta.
Tu vida no vale la pena, es mejor que te mueras.
Eres un error.
Eres un pecado, deberías morirte.
Todo eso me lo dicen mientras me empujan, me dan una bofetada, jalan de mi cabello o me escupen.

Cubrí mis oídos para no seguir oyendo esas voces. Pero... Las voces están en mi cabeza, que me las repite a cada rato.

Me agaché, dejando mis codos sobre mi muslos. No puedo respirar bien, todo mi cuerpo se enfrió y el temblor no pasa.

Tocaron mi hombro. Ignoré ese tacto. Volvieron a tocar mi hombro, así que levanté la cabeza con lentitud y pesadez. Ojos dorados son los que mis ojos zafiro lograron enfocar.

— ¿Logras oírme? — preguntó. Tiene una voz delicada. Asentí —. Entonces, cuando cierre mi mano vas a inhalar, y cuando la abra, vas a exhalar.

Asentí. No puedo hablar. Mi vista se enfoca y desenfoca, así que me cuesta inhalar y exhalar porque no logro ver claramente su mano cubierta por un guante blanco, además de que siento cómo me están presionando los pulmones con tanta fuerza que me impide recobrar el aire.

Judas; Dabi x OC x Hawks.Where stories live. Discover now