XVII. PECADO

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Benedict

''El diamante de la temporada ya tiene pareja. Oficialmente se comprometió con el duque de Hastings. La novia, sin dudas, está atolondrada por las expectativas de sus próximas nupcias. Un evento que tendrá lugar más temprano que tarde. Dos opciones hay cuando se trata de acelerar el trato: amor verdadero o encubrir un escándalo.'' - Revista de Sociedad de Lady Whistledown, 1813

El cuerpo que yacía en el suelo llamó mi atención. Giré la cabeza como un búho al pasar. Era el árbol de lila, y la señorita en el suelo no era nada más ni nada menos que Blair.

Me acerqué con cautela para no sobresaltarla; quería saludarla, preguntarle cómo estaba luego de la larga noche que habría pasado. Como la que pasamos todos. Una pregunta que formularía con mucho cuidado, pues quizás ella no tendría idea del duelo. O del casi duelo.

No observaba el cielo celeste así como yo creí que lo hacía. El sombrero que llevaba puesto estaba tapándole completamente la cara. Miré a ambos lados, izquierda y derecha, hasta que la vi. Anastasia, su doncella, leía en un banco cercano.

— Buenos días —le dije, sonriente.

— Buen día, señor Bridgerton.

— Estoy casi seguro de que Lady Blair está dormida —señalé y ella se rio por lo bajo.

— Lo está, de hecho —pestañee, pasmado con la respuesta—. Ha sido una noche muy larga para Blair...

— Entiendo.

— Seguro que sí. ¿Usted se encuentra bien? —preguntó con excesiva amabilidad.

— Bien. Sí... Como se podría estar luego de una madrugada tan... ajetreada.

Es de conocimiento general que los criados saben todo, hay muchas bromas sobre lo entrometidos que pueden llegar a ser, pero aun así, admiraba la confianza con la que los Basset trataban a esta muchacha. Así como la que ella generaba, también.

Debía ser más grande que Blair, eso seguro, pero tampoco tanto como para que no hablaran un lenguaje parecido. Sospechaba que Simon la hubiera contratado más como una compañía, entiéndase amistad, para su hermana que como una empleada. Anastasia cumplía el rol de doncella acompañante, pero también compartía con Blair, se tenían seguridad, confianza. Las veces que las vi juntas siempre cuchicheaban algo. Siempre reían. Y era evidente que la doncella lo sabía absolutamente todo de Blair.

Carraspee antes de hablar.

— Me... me sentaré... Me sentaré por ahí, quisiera... cuando se despierte... —mi lengua parecía no querer ayudarme a no parecer un tarado.

— Puede hacer lo que desee, señor Bridgerton. Es un parque público —intervino con algo de gracia en sus palabras.

No la culpo si para sus adentros se reía de mí incapacidad de formar una oración coherente.

Tomándome las libertades que la doncella había parecido concederme, me senté debajo del árbol de lila, reposándome en el tronco con mi cuaderno de dibujo preparado. Anoche, antes del drama de Anthony y el duque, en la reunión de Granville, pintamos cuerpos. Sentía que había mejorado al doble mi capacidad, aunque fuera simplemente una sola sesión, y Blair parecía que no se movería en un rato largo. Sí dibujar fuera delito o considerado inapropiado, seguro que ya habría tenido más de un duelo con el duque de Hastings.

Blair ya había pasado a ser algo más que la que impulsaba mi inspiración. Mucho más. Se convirtió en la musa que había bajado a la tierra a susurrarme ideas e inspirarme. Como si los relatos griegos fueran más que eso, como si hubiera sido enviada a mi luego de mis plegarías artísticas; dentro, Blair, llevaba el espíritu de Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore, Erato, Urania, Polimnia y Caliamne. Tragué grueso, mientras comenzaba las líneas en el boceto, dándome cuenta de lo que pensaba, de cómo lo pensaba.

𝐌𝐮𝐬𝐚 ❥︎ Benedict BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora