6 Ian y Dominic

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Jared condujo a lo largo de la costa a toda velocidad. Diablos, extrañaba el olor a aventura de Ciudad del Cabo, y ahora tenía a unos pasos una conversación que cambiaría toda su vida. Ian y su amante estaban en la ciudad. Jared desconocía por cuánto tiempo, pero era claro que su hermano no buscaba tener esta conversación en Londres. Azali debía regresar, así que fue el momento perfecto para visitar al hijo de puta de su hermano y a su primo Dominic en su mansión.

—Te quedaste allí, viendo cómo mataban a mi mujer y se robaban a mi hijo.

—Espera, por favor. No fue así, ya te dije. Era la única manera de proteger a tu hijo, de lo contrario siempre estaría bajo el yugo de los Callums. Debía desaparecerlo.

—No te hagas el que te importa...

—¿No te das cuenta de que los perseguirían? ¡Jamás iban a dejarte en paz, imbécil! ¡Ni a ti ni a tu hijo! ¡Si se habían propuesto matarlo, lo harían! ¡Los conocías tan bien como yo! ¡Hice lo que Mora me pidió! ¡Se lo juré!

—¿Eso te deja dormir por las noches, abogado? ¿Ese es tu argumento cuando piensas en dónde está tu sobrino?

—Sé que actué mal, pero en ese momento no supe hacer otra cosa. Estaba asustado. Vi con mis ojos lo que mi padre y el abuelo le hacían a nuestra propia familia.

—Maldito cobarde, te mereces pasar todo el dolor del mundo. Mereces que destripen a tu noviecito y lo cuelguen en una plaza, que la sangre caiga sobre ti, y ahí entenderás lo que yo sentí. No era tu decisión la vida de mi hijo. No lo era.

—¿En serio? ¿Pensaste que ibas a librarte del karma de ser un Callum tan fácil?

—Los mataría a todos si pudiera. Los borraría de la faz de la tierra.

—Entonces empieza ahora. Vamos, eres libre de hacerlo. Eso sí, recuerda muy bien el motivo por el cual lo hice y piensa si no tengo razón aunque duela. Entregué a tu hijo a un contacto que lo sacó de Europa. Elegiría buenas personas. Iban a brindarle todo lo necesario.

—¿Lo necesario? ¡Lo regalaste! ¡Lo busqué por cada orfanato de Inglaterra, por cada rincón de Europa! ¿Y ahora, después de quince años, me dices que vive en Australia?

—No te separé de tu hijo porque te odiara, quiero que eso quede claro. No importa cuán fuertes seamos, nunca seríamos lo suficiente para protegerlo del resto. Quise guardarle la promesa a Mora. Ella no quería que fuera como nosotros, y me limité a eso. Te aprecio, Jared, créelo o no, aunque jamás te lo haya demostrado. Con una mano en el corazón, dímelo, ¿en dónde ibas a esconderte con tu hijo? Ellos lo sentenciaron a muerte desde que nació. No iba a permitirlo. Jamás pude. Aun siendo esclavo de la familia como era, no pude.

La última conversación que ambos habían tenido todavía llenaba su cabeza. Fue durante su estadía en Marruecos, cuando la vida de Ian Callum y su amante peligraba. Jared se enteró del destino de su hijo de la peor manera posible, aunque ¿había otra forma de explicar lo que su propio hermano hizo? Quería dejar atrás el hecho, pero resultaba imposible. Mientras no encontrara a su hijo, las ganas de matar a Ian permanecerían intactas.

Ahora lo tendría una vez más cara a cara. Esperaba que este eligiera muy bien sus palabras, de lo contrario, sin importar quién estuviera, lo desollaría vivo.

«Deja de mentirte a ti mismo».

La voz de su cabeza, que le decía todo el tiempo que no sería capaz de matar a su hermano, que no era un Callum sucio que solo buscaba venganza.

Visualizó la enorme mansión cerca de la playa y aceleró. Llegó, y los portones se abrieron. Allí fue recibido por el personal de seguridad. Dominic se tomaba sus cuidados, sobre todo por lo sucedido con su esposo, a quien secuestraron y por el que debió viajar a Europa para traerlo de vuelta. Jared había estado al lado de su primo de manera incondicional. Si alguien se merecía ser feliz, ese era Dominic.

Ingresó y se estacionó frente a la residencia, donde fue recibido por un par de empleados, quienes le indicaron que los hombres estaban en el área de recreación. Jared caminó hacia allí mientras Dominic venía a su encuentro. Lucía una camisa, un pantalón blanco holgado y unas sandalias marrones. El stress era sin duda una palabra lejana. Le dio una enorme sonrisa.

—Jared.

—Amigo. —Se fundieron en un abrazo eterno.

—Es bueno verte.

—A mí también me alegra.

—Ven, los muchachos están afuera.

Dominic lo condujo hacia el patio, en donde se encontró a Cameron y Orel, quienes recién salían de la piscina y se colocaban batas blancas.

En la cabecera de una enorme mesa de vidrio estaba él, vestido con un pantalón blanco, descalzo y con una camisa celeste que combinaba con sus hermosos ojos. Ian se puso de pie y se dirigió hacia su hermano.

—Llegaste temprano. —Estiró su mano hacia Jared, y este la recibió.

—Es un día importante. Debía hacerlo, ¿no? —replicó con seriedad. Entretanto, Cameron y Orel se acercaban a saludarlo. Les sonrió y les dio un abrazo.

La sonrisa nerviosa de Orel develaba lo espeso que estaba el ambiente.

—Pasa, toma asiento. —Dominic le dio un golpe en la espalda al visitante y lo hizo avanzar hasta las sillas.

Jared se sentó frente a Ian.

Orel y Cameron observaron a Dominic.

—¿Cómo has estado?

—Furioso —respondió Jared con su vista fija en Ian.

Dominic le hizo señas a Orel y Cameron para que lo acompañaran.

—Los dejaremos solos, así se ponen al corriente. ¿Les parece?

Ian asintió y Dominic ingresó a la casa junto con los muchachos. El hombre se sirvió una copa más de vino, se puso de pie y le acercó una copa también a Jared.

—Veo que estás muy cómodo aquí —ironizó mientras Ian volvía a su asiento.

—La estoy pasando bien después de momentos de mierda —aclaró—. Si quieres, demándame.

—No, lo que debería hacer es quebrarte la cara en este piso inmaculado.

Ian tragó saliva. Sabía que la conversación con Jared no sería fácil.

—Escucha, Jared, tengo información muy confiable —respondió sin querer demorar más las cosas.

—Lamento la pérdida de tu querido padre —dijo con voz burlona para cortar la línea de conversación que buscaba comenzar su hermano.

—Era tu padre también, así que lo mismo para ti.

Jared le dio una sonrisa ladeada y buscó en su bolsillo un cigarro.

—Hay que tener cuidado con algunos accidentes.

—¿Qué quieres contarme? —preguntó Ian cansado—. ¿Enrostrarme cómo fuiste capaz de matarlo? ¿Mostrarnos a todos que no te tiembla la mano al terminar con la vida de un miembro de tu familia? Pierdes el tiempo, a mí no me interesa.

—Mentira. —Prendió el cigarrillo y dio una pitada—. Tú lo amabas a pesar de que era un monstruo.

—Por años tuve la tonta ilusión de que en algún momento se retractaría de todo el daño que nos hizo. Eso es todo.

—Eres un imbécil mimado. Nunca cambiaste.

—¿A qué has venido, Jared? —Ian apoyó sus brazos en la mesa—. ¿A escuchar lo sucedido con tu hijo o a insultarme? Si era por eso, podías hacerlo por teléfono.

—No —contestó al tiempo que se ponía de pie y caminaba hacia Ian para sentarse a su lado—, quiero que escuches cómo maté a tu padre con mis propias manos.

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Where stories live. Discover now