𝒅𝒆𝒑𝒓𝒆𝒔𝒊𝒐́𝒏

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── ¿Qué les gusta de Satoru Gojo? ¡Todo! ──entonces las risas del nombrado junto a aplausos colmaron la habitación, apretó los bordes del periódico.

Shoko prometió no abrir la boca, Ijichi se veía desanimado mas silencioso con el tema, Yūji era ignorante y... Todavía recuerda el dolor espeluznante que sintió, en cuánto Mahito golpeó el abdomen con brusquedad. La sensación que sigue haciéndole cosquillas cómo hormigas; no hubo duelo, debió pelear, sólo atrasó lo inesperadamente esperado, caer en urgencias a manos de la hechicera de inmensas ojeras.

A reincorporarse en la cama de hospital, la expresión desmesuradamente triste de Ijichi e Ino eran un anticipo de los labios de Ieri moviéndose.

── Lo siento, ya era delicado y ese golpe directo, sólo fue el desencadenante ──la azabache confesó, en un tono bajo, claramente le afectó ese proceso.

Kento bajó la vista al abdomen con cierto horror, entonces los brazos de los presentes le rodearon, y no pudo llorar cómo debería: permaneció en shock, en nada. No quería maldecir a esa inofensiva vida que no alcanzó a cuidar.

Bastó encontrar un obsequio adelantado para el bebé en el apartamento por error para colapsar, quedó estático unos minutos, hiperventilo cayéndose de espaldas a la cama tras regresar los pasos y rompió en llanto. Los días siguientes entró en depresión, altamente identificable por el beta que tenía por compañero, tentado de caer en las manos del alcohol, siendo ayudado por el hombre de lentes.

Observó debajo de las gafas a Gojo, tan insistentemente que éste se quedó callado y subió con un dedo la banda oscuro de encima de los ojos.

── Conserva ese humor, Yūji lo necesita. Satoru, ¿Recuerdas lo que te mencioné antes de tu viaje?

── Sí, no me dejó dormir en todo el viaje, ¿Qué tiene? ¿Ya pasó la prueba de tiempo? ¡Dime qué novedades tienes del gran heredero del Clan Gojo! ¡Já, y no estoy hablando de mí! ¡Habla, habla, Nanamín! ──mientras la expresión del hechicero más fuerte se iluminaba con una sonrisa orgullosa y una emoción palpitando: Nanami ensombreció la mirada, cargándose de un aura pesada.

── Mahito quiso tocar mi alma...──inició, viendo cómo el albino casi objeta sobre el tema, interrumpiendo de inmediato──. Golpeó mi estómago ──entonces la cara del mayor se mostró alterada, en un parpadear lo tenía sentado al lado suyo, expectante al relato──, me protegí con energía maldita, pensé que no ocurría nada al haber recubierto hasta el alma, seguí luchando, hasta qué al regresar; me desplomé, ya... ──intercambiaron miradas, un hilo de voz emergió a duras penas para completar la oración──, no hay heredero, Satoru.

El más fuerte: abrazó con fuerza al blondo, desactivando sin preámbulos el infinito, en el cuarto solo se oían los llantos de ambos, tanta tristeza, tanta impotencia.

── No es tu culpa, Nanami, no es tu culpa ──le susurró en la oreja──, tranquilamente pudo ser mi culpa, volví a arruinarlo

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── No es tu culpa, Nanami, no es tu culpa ──le susurró en la oreja──, tranquilamente pudo ser mi culpa, volví a arruinarlo. Prometo... qué te recompensaré.

Entre lágrimas Kento no entendía la situación, las memorias sacudiéndolo, una desgarradora pulsión en el cuello y un «actualmente» nauseabundo olor metálico llenando el ambiente, lo hicieron desvanecerse, en los brazos del hombre que amaba y le trajo mil desgracias.

𝐂𝐎𝐋𝐎𝐑𝐒 ✦ GonanaWhere stories live. Discover now