8._Vanidad

115 36 1
                                    


Cuando Mary abrió los ojos se encontró sola en aquella habitación antes escenario de momentos felices, en ese instante un lugar repulsivo que la hizo sentirse ultrajada de tantas maneras que apenas se puso de pie salió corriendo al baño a vomitar. De rodillas ante el sanitario, Mary recordó la cantidad de productos de limpieza que habían en ese lugar. Al mirar en su búsqueda no los encuentro. Pero si descubrió una nota en el espejo del baño que leyó una vez se sintió más compuesta. En el trozo de papel Dai le decía que su ropa limpia estaba en el closet, que había dejado el desayuno listo para ella y también dinero para que pagará un taxi a casa. La mujer ebullio en su sangre tras leer eso.

Se vistió y se fue de ese lugar tan rápido como pudo. No hizo ningún desastre. Solo se llevó el pijama y rompió la guitarra de Dai. Odiaba a ese sujeto como no había odiado antes. Solo recordar sus besos, sus manos sobre su cuerpo le deba náuseas. El viaje de vuelta a casa fue largo, torturante. Pero su llegada a su hogar no fue mejor. Una vez allí dejo fluir todo lo que sentía de una forma no demasiado digna. Prácticamente destruyó todo lo que encontró en la sala y no fue hasta que se lastimó la mano que salió de ese estado. La sangre caía de sus dedos al piso de manera abundante, formando pequeños charcos escarlata junto a los que cayó de rodillas para después simplemente dejarse caer hacia un costado y quedarse allí por tantas horas como fue capaz de aguantar sus ganas de ir al baño.

Los días que vinieron no fueron mejores que ese. Mary se olvidó por completo de su trabajo, de su persona y se lo pasaba tirada en la alfombra hasta que una necesidad extrema la hacía levantarse en busca de agua o el sanitario. Todo lo que hacía era estar tirada allí recordando cada encuentro con Dai con el máximo de detalles. Una tarea que volvía todo más miserable. A ratos lloraba también, pero por unos cuantos minutos y generalmente antes de caer víctima de un letargo con sueños confusos. En esa aislación auto impuesta Mary reflexionó muchísimo respeto a todo lo que sucedió en esos meses. No había otra cosa en su cabeza.

Algo que se quedó muy pendiente en la memoria de Mary fue el comentario que hizo Dai respecto al examen que ella solícito. La pregunta a responder era ¿Cómo Dai supo de ello? Descartó la estuviera siguiendo o hubiera enviado a alguien a hacerlo. Él prácticamente actuó solo, sin embargo, tuvo la colaboración de alguien desde el principio: su hijo Korn. Muy posiblemente la primera vez que Dai la drogo uso una dosis, de esa mezcla suya, muy alta por lo que se vio obligado a llamar a su hijo. Pero responder en caso de una emergencia no era la única tarea que ese doctor debió cumplir. Mary no recordaba haberle mencionado a Dai nada de su insomnio ¿Cómo lo supo entonces? Probablemente tuvo acceso a su ficha médica. Y esto solo podría haberlo obtenido mediante Korn. Estaba segura que él trabajaba en el hospital donde ella se atendía o donde pidió algún examen de esa índole. Posiblemente Korn fue quien la señaló a ella (quizá también a otras) como una buena candidata a ser el cómplice involuntario en esa serie de crímenes. Sus antecedentes médicos hablaban de migrañas e insomnio, dos cosas con la que esconder el método por el cual Dai la sometió. El resto...el resto fue la historia de una presa y un cazador.

Una de los defectos de Mary, y del que era ella muy conciente, era su arrogancia. Aunque tal vez el término correcto era: vanidad. Ese orgullo nacido de sus méritos y capacidad. La enorme confianza en sus habilidades, criterios, intuición, adaptabilidad y otras cosas. Esa vanidad la cegó. Ella siempre sintió recelo por Dai, pero lo ignoró considerando que aunque social y económicamente no estaba a la altura de él, si lo estaba en otros aspectos. Y Dai, astuta y metódicamente, se encargó de que ella creyera en esa idea. La puso a su nivel reconociendo todo lo que sostenía el orgullo de Mary. En palabras simples la aduló, pero con tal delicadeza que la hizo ignorar el como le iba poniendo la soga en el cuello para hacerla andar y hacer lo que él deseaba hiciera.

Notas Negras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora