Prólogo

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La depresión es un enemigo invisible, muchas veces he querido darle un rostro; para así poder criticarlo y burlarme de él, justo como lo hace conmigo. Pero al final del día, es inútil.

Despertar, ducharme e ir al trabajo haciendo horas extras es la dinámica de mi vida. No tengo algún propósito en concreto para mi vida, soy una mujer de 23 años que jamás ha sido feliz y las pocas veces que lo fui, estaba bajo el efecto de alguna cosa.

Mi mejor amiga Lisa decidió que era buena idea que visitara a una psicóloga. Trabajar de lunes a domingo no estaba siendo sano para mi cuerpo ni para mi mente. Era la empleada del mes hace cuatro meses por "mostrar un espíritu trabajador ejemplar", pero lo cierto era que solo iba para poder hacer algo y mantenerme ocupada, fuera de mi apartamento vacío en el cual estaba sola; un lugar que me recuerda cada segundo que estoy sola y no tengo a nadie ni nada.

Decidí aceptar las citas con la psicóloga, quien increíblemente no era una maquina; era un ser humano común. Eso ayudó un poco con mi proceso de sanación pues estaba teniendo contacto humano, por increíble que eso suene. Toda mi vida he pasado rodeada de maquina inteligentes y ninguna podía sentarse a mi lado a conversar.

—Creo que sería muy bueno para ti— me dijo la psicóloga Kim.

—¿El que? — pregunté confundida. No estaba prestando demasiada atención.

—Te digo que, sería una buena idea si compraras un robot de compañía— explicó, soltó un suspiro apretando mis manos sobre mi regazo, tenia la costumbre de arañarme las manos cuando me sentía mal y siempre he tratado de esconderlo de la psicóloga.

—Pero...

—Sé que puedes hacerlo Jennie— me dijo interrumpiéndome. Solté otro suspiro mirando hacia la gran ventana del piso 58 en el que estaba la consulta. Estaba lloviendo con fuerza en Seúl y las luces cegadoras de los anuncios en los edificios no dejaban ver hasta el fondo de las calles. —Tienes los medios...

—Si pero...¿por qué sería bueno para mí? — pregunté sintiendo incomodidad. La mujer me miró de frente antes de acercarse al sofá en el que estaba.

—Porque así tendrías a una persona al llegar a casa y una razón para volver— explicó. Tragué duro desviando mi mirada. —Además son muy buenas maquinas, ayudan en casa y lo mejor es que tu puedes configurarlas a tu antojo ¿Escuchaste de la nueva maquina que salió al mercado hace unos meses? Las PCY versión mujer, mi esposo compró una y nos ayuda tanto con los niños; es una chica muy dulce— dijo tratando de convencerme posando sus manos sobre las mías. —Por favor piénsalo, no pierdes nada.

Los siguientes días batallé mucho con mi mente en decidir si comprar una PCY o no, cada día llegaba después del trabajo a leer el catálogo de las PCY. Eran las maquinas más nuevas y la versión femenina de los PCY hombres. Ambos son robots de compañía configurables a la necesidad de su dueño. Niñeros, ama de llaves, chaperones, nodrizas e incluso compañero sexual; todas esas eran las funciones que podían realizar. Pero yo solo tendría una para poder conversar, no sé si vale la pena realmente.

—No creo que sea una buena idea— me dijo Lisa mientras tomaba asiento en mi sofá.

—¿Por qué no? — pregunté sin quitar la atención de mi pantalla holográfica.

—Pues, porque no entiendo la necesidad de comprar un robots de dos millones de wones para poder conversar— dijo con obviedad, me encogí de hombros restándole importancia.

—La idea me está convenciendo, me gusta la idea de que alguien esté en casa esperándome o que me salude en las mañanas— dije desviando la mirada al piso. Lisa soltó una risa negando.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2023 ⏰

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PCY 045 (chaennie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora