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Calle Granada, Málaga

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Calle Granada, Málaga. 20 de diciembre de 2022.

Los astros se alinearon ese día, pues, de otra manera, Helena hubiese asesinado a su visitante en la primera oportunidad que tuviese entre las callejuelas del centro. Sin embargo, consiguieron llegar hasta la terraza de El Pimpi sin que la sangre corriese por el asfalto. Tanto Hilo como ella se pasaron todo el camino en silencio, para no perder las buenas costumbres.

El bullicio se podía sentir alrededor, como siempre cuando era época de vacaciones en la Costa del Sol, pero parecía que nuestro intrépido héroe había avisado de su llegada, pues entre las personas que tomaban el postre y varios que ya estaban con las copas, había una mesa desocupada donde se podía leer "reservado" en un pequeño cartel. 

Hilo retiró una de las sillas, haciendo gestos a Helena para que tomase asiento. Esta, ignorando a propósito su ofrecimiento, se colocó en una de las de al lado haciendo que las patas chirriasen y los brazos le apretasen las caderas. Aun estando incómoda, consiguió mantener la dignidad y la compostura.

—Tienes cinco minutos para contarme por qué me has llamado o puedes aprovecharlos para tomar ventaja, pues cuando hayan pasado voy a acabar contigo —dijo Helena mientras su antiguo compañero se sentaba.

—Si hubieses querido matarme, ya lo habrías hecho, preciosa. 

Levantó la mano y, casi al instante, un vaso de Cartojal apareció delante de él. A pesar de ser una bebida que se tomaba en verano, Hilo había acabado tan encandilado con su sabor que no podía evitar beber otra cosa desde que llegó. Para Helena llegó una fría jarra de Victoria, dejándola sorprendida, pues no había visitado mucho ese lugar. Aún así, no la rechazó.

—¿Bien? —preguntó la guerrera tras dar un largo trago a su cerveza— ¿Vas a decirme por qué me has sacado del trabajo y, por lo tanto, tendré que soportar una charla de mi jefe?

—No sé cómo aún no le has clavado una flecha en el corazón —respondió Hilo con una sonrisa—. La verdad, lo único que puedo contarte es que me dijeron que viniese contigo aquí a esta hora. Nada más. Parece ser que es muy difícil localizarte.

No le faltaba razón. Helena, durante estos años, había intentado alejarse de todo lo que había dejado atrás en su patria y eso incluía a las personas con la que había tenido el disgusto de coincidir en algún momento de su vida. Solo quería pasar la eternidad tranquila y disfrutar del máximo tiempo que le fuese posible en ese paraíso andaluz.

—Una tiene sus métodos —replicó, con la jarra de cerveza ya terminada.

—No lo dudo. 

Un silencio incómodo se instauró entre ellos. A pesar de años de pasión, amistad y muchas sabanas sucias, el odio que Helena sentía hacia su antiguo amante era tan fuerte que tenía que reprimir a cada momento las ganas de saltarle al cuello. En medio de una de sus fantasías, en la que no había nadie en la plaza y conseguía incrustarle la prótesis de su pierna en el gaznate al héroe que tenía delante, una música comenzó a escucharse y sintió cómo su cuerpo se relajaba. 

Helena y la búsqueda del espeto doradoWhere stories live. Discover now