Epílogo.

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Castillo de Gibralfaro, Málaga

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Castillo de Gibralfaro, Málaga. 23 de diciembre de 2022.

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y, con él, se iban las pocas fuerzas que le quedaban.

Había sido un día extraño, tras las aventuras vividas. Cuando, la noche anterior, salió de la morada de Hades, encontró a Agria y Orfeo rodeados de fantasmas congelados y a Melínoe dormida sobre el frío suelo de piedra. Todos estaban agotados y al llegar sin Hilo no necesitó dar explicaciones a sus compañeros. Sabían lo que esto significaba y tras ver la cara de la heroína no hicieron preguntas.

Helena se encontraba en lo alto del monte más emblemático de la ciudad, subida en uno de los muros del imponente castillo. Miraba hacia el anochecer con pesadez en los ojos, pues no había dormido en todo el día. Al llegar a casa se duchó, comió y se fue a pasear por la ciudad, esperando que las enrevesadas calles consiguieran desenmarañar sus pensamientos.

Con la brisa marina acariciando su rostro pensó en cómo había terminado todo. Aún quería seguir adelante con el plan de destrozar la vida de los dioses y vengarse de siglos de castigos y desfachatez, pero había algo más importante que tendría que hacer antes de todo ello.

—¡Illa! ¿No podíamos haber quedado en otro sitio más al nivel del mar?

Orfeo apareció, sofocado, tras de ella. Le seguía Agria, que había cambiado la túnica por unos cómodos pantalones deportivos y una camiseta amarilla. Se colocaron cada uno a un lado de Helena, admirando el hermoso paisaje que se desplegaba ante ellos.

—No hace falta que me acompañéis, chicos —dijo mientras se levantaba.

—Lo sabemos —contestó Agria—, pero esto es algo personal. Necesitamos a todo el equipo.

—Además, ¿qué vais a hacer sin mí allí abajo?

Helena sonrió, pues sabía que tenía razón. Necesitaban el talento del músico y la magia de la hechicera si querían llegar hasta él. Pues, aunque se encontraba en el lugar que siempre había deseado, tenía bastante claro que Hilo no dejaría pasar la oportunidad de una buena aventura.

Sacó de su bolsa el espeto dorado. Tras mirarlo, y desatendiendo los deseos de su tío que llevaba todo el día intentando ponerse en contacto con ella, lo lanzó con todas sus fuerzas.

No existía mejor sensación que desafiar a todo el Olimpo.

FIN

FIN

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Helena y la búsqueda del espeto doradoWhere stories live. Discover now