Prólogo

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𝗘𝗡 𝗟𝗢 𝗠ÁS profundo de un silencioso y estrecho callejón se hallaba una compuerta subterránea

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𝗘𝗡 𝗟𝗢 𝗠ÁS profundo de un silencioso y estrecho callejón se hallaba una compuerta subterránea. La noche yacía muy tranquila para los ciudadanos, era un día ordinario como cualquier otro en la superficie.

El húmedo hedor del ambiente se asentaba a lo largo del túnel de ese callejón, el cual conducía a uno de los huecos más peligrosos de Múnich.

Un hombre con un par de gafas protectoras de color humo se paseaba de una bandeja a otra, tomando entre sus dedos distintas herramientas punzocortantes. Un hombre semidesnudo se hallaba atado a una silla con brazaletes de hierro y gritaba con la garganta en carne viva.

La débil y mortecina luz parpadeaba ligeramente; muy cerca del muro de dónde provenía la luz, había una red de cables que conducían a un ducto de ventilación, donde un par de ojos lo observaban con curiosidad y quizá un aire malicioso.

El hombre sintió una extraña sensación que no podía describir; se encontraba a la merced de una muerte segura, pero aún así, no podía dejar de sentir que algo no dejaba de mirarlo allá en las sombras.

Un centenar de hombres en el mismo estado que él —atados en sus respectivas sillas— se hallaban amontonados no muy lejos del lugar. Algunos se retorcían y otros solo permanecían con una quietud extraña a la espera de Él.

Giró la cabeza al percibir el ruido de unas pisadas acercándose.

―Deja de jugar con ese sujeto. Ya te dijimos que no desgastes el filo con tantos cortes innecesarios. Queda uno más, no tenemos tiempo para distracciones.

El hombre soltó una carcajada y clavó el bisturí en el ojo izquierdo del prisionero. Con suma agilidad, lo retiró, dejando una cuenca vacía y púrpura. Un grito taladró los oídos de todos los presentes en la cloaca. El hombre, con aire aburrido, le arrancó la lengua sin mayores contemplaciones.

―A mí nadie me dice cómo hacer mi trabajo, arsloch. ―Aplastó el ojo huérfano con furia imaginando que se trataba de la cabeza de aquel insolente, entre sus dedos se escurría una gelatinosa membrana y nervios―. Así al menos puedo hacer algo por divertirme.

El joven encapuchado lo miró con rabia y se mantuvo de pie al lado del hombre quien prosiguió con su cometido. Trazó líneas con un marcador negro alrededor de las zonas que debía cortar. Sintió un par de ojos mirando sobre su hombro que lo comenzaron a irritar.

—Ven, llévate estos trozos si estás tan impaciente. Frank dijo que se haría cargo esta vez, ¿verdad, niño?

Asintió.

El hombre en la silla se retorció al ver aquella sierra afilada levantarse en el aire y trató de realizar otro inútil esfuerzo por escapar. Minutos más tarde, se encontraba en el limbo del dolor más allá de lo conocido por lo humano. Le terminaron de raspar los huesos del muslo en busca de un último trozo de carne; se habría muerto de un infarto de no ser por las dosis del veneno de schwarz que circulaba en su cuerpo.

DOPPELGÄNGER ━━━━━━進撃の巨人 Eren JaegerWhere stories live. Discover now