𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏

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¿𝐴𝑙𝑔𝑢𝑛𝑎 𝑣𝑒𝑧 𝑣𝑒𝑠 𝑎 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑦 𝑝𝑖𝑒𝑛𝑠𝑎𝑠
"𝑊𝑜𝑤, 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑠𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒"?
𝐺𝑜𝑑 𝑀𝑢𝑠𝑡 𝐻𝑎𝑡𝑒 𝑀𝑒 – 𝑪𝒂𝒕𝒊𝒆 𝑻𝒖𝒓𝒏𝒆𝒓.

A veces, explicar el amor no lo es todo.

Cuando cumplí once años, mi madre me dijo: —Anthe, el amor puede doler, y mucho, y a veces, la forma en que amamos no puede ser la correcta, pero lo importante de amar, es sentir.

En su momento no entendí demasiado, después de todo, ¿por qué le importaría eso a un niño de once años? Todo lo que quería era ir a despertar a Saturno, pedirle ir por helado y hablar sobre el inminente divorcio de nuestros padres.

Se habían casado antes de que yo naciera, cuando mi hermano tenía unos... ¿tres años? aproximadamente. Nunca entendí el matrimonio de todos modos. Es decir, ¿por qué hacerlo tan grande? ¿Por qué presumir de los centros de mesa que mi abuela tan celosamente parecía querer para sí? ¿Por qué aceptar estar juntos hasta la muerte cuando no era la muerte lo que los estaba separando al final?

Saturno dijo que las personas adultas tienen muchos problemas, a veces, estos problemas se reflejan en el matrimonio o en otros ámbitos. Eso no explicaba mi duda, pero acepté la explicación porque él la estaba pasando peor.

—¿Nos vamos a separar? —Pregunté en una ocasión, acostado en su cama viendo la televisión mientras él hacía sus deberes. Sus libros estaban desparramados sobre su escritorio y un muñeco de tela con la ropa deshilada colgaba pobremente del borde. Se lo di cuando tenía seis.

—¿Uh? ¿De qué estás hablando? —Se giró para verme y prestarme su atención. Sonreí inconscientemente por ello. En ese momento, nunca dudé que su mirada no me seguiría. Donde yo estuviera, sus ojos estarían.

—¿Vas a irte con papá mientras yo me quedo con mamá? —Tiré de la manta más cerca de mi pecho, como si cubrirme con ello cubriría mi desasosiego.

—¿Quién te ha metido esas ideas? —Me encogí de hombros, porque era más fácil parecer tonto que mostrar que estaba asustado.

Saturno era mi héroe. Si él no estaba para ser mi paracaídas... ¿sólo me tocaba estrellarme contra el suelo?

—No nos separaremos, ¿me escuchas? —Dejó el boli con el que estaba tomando apuntes y se levantó de la silla para acercarse hasta mí. Tomó asiento en el borde del colchón antes de acostarse correctamente y atraerme hacia él para abrazarme con fuerza. —No lo haremos. Seguiremos juntos. E incluso si me llevaran lejos de ti, ¿no crees que encontraría alguna forma de que nos viéramos?

—Pero ¿y si no quieren que nos veamos?

Saturno resopló. —¿Por qué querrían eso? Ya sabes lo que dicen, te divorcias de tu pareja, no de los hijos.

Hice una mueca.

—Nunca he escuchado eso.

—Ya, yo tampoco —dijo suspirando. —Pero no nos separaremos, ¿está bien? Te lo prometo.

Y le creí. Porque, si había alguien en este mundo que nunca se atrevería a mentirme, no con crueldad al menos, ese sería Saturno.

Entonces, una mañana, la notificación de que el trámite del divorcio estaba en pleno auge se presentó en forma de un noticiario de la corte.

El maldito sobre parecía estar burlándose de mí. Las manos de mi mamá lo habían sujetado con fuerza, tanto, que sus nudillos se habían puesto blancos.

❱ 𝐒𝐀𝐓𝐔𝐑𝐍𝐎 & 𝐀𝐍𝐓𝐇𝐄. ╱ 𝙪𝙥𝙙Where stories live. Discover now