Capítulo 5: El gato negro

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Violet estaba nerviosa, ¿por qué quería hablar con ella? Estaba segura de que la había reconocido pero, ¿en serio la iba a despedir por un par de miradas?

Violet alargaba su turno fregando platos y equivocándose "accidentalmente" en las comandas para tener que dar otra vuelta, pero los minutos pasaban y Manuel miraba su reloj y a ella extrañado, Violet siempre se iba lo antes posible a casa. Manuel se le acercó y le enseñó su reloj.

—Hoy estás rara, siempre te vas a tu hora.

—Bueno, es que ha pasado algo—Manuel hizo una ojeada para ver si algún cliente estaba esperando a ser atendido y luego siguió escuchando a Violet.

—Dime.

—Pues la cosa es que yo ya conocía al hijo del dueño....—Manuel abrió mucho los ojos.

—¿Os habéis liado?

—¿Qué? ¡no!—Violet alzó demasiado la voz y avergonzada tartamudeó un poco— Le miré mal, muy mal, varias veces, mucho tiempo...

—Lo pillo—dijo el chico interrumpiendo—, ¿y qué pasa con eso?

—Me ha dicho que me quede al acabar el turno, que tiene que hablar conmigo—Manuel volvió a sorprenderse pero luego se centró.

—Bueno, a ver, yo creo que no te va a hablar del trabajo, a lo mejor solo es para decirte que lo que pasó, pasó y ya está.

—Espero que sea solo eso—Violet miro al chico de la esquina y luego a Manuel—. Deseame suerte.

Manuel cruzó los dedos mirando a Violet y se fue a limpiar platos, ella cuanto más se acercaba al chico más cabizbaja estaba, temblaba y le sudaban las manos, la situación no podía ir a peor. El chico de pelo castaño claro estaba centrado en su cuaderno, parecía que ni siquiera se había dado cuenta de lo mucho que Violet había alargado su turno. Violet esperó a que el chico hablará pero no parecía darse cuenta de su presencia, entonces decidió darle un toque en el hombro, el chico pegó un respingo y luego carraspeó.

—Vaya ya has terminado, no me había dado cuenta.

—No pasa nada, ¿me siento?—el chico asintió y Violet temblando como un flan, se sentó.

—Me llamo Nathaniel, encantado—le extendió la mano y Violet, confusa y a la vez menos nerviosa, le dio la suya.

—Violet, soy Violet, encantada también.

—¿Quieres agua?—le señaló un vaso que estaba sin tocar y ella amablemente asintió y, temblando descaradamente, le dió un sorbo, el chico viendo la escena soltó una pequeña risa, Violet se puso muy tensa.

—¿Está envenenada?—la pequeña risa del chico se convirtió en carcajada.

—¿Tengo cara de envenenar gente?—Violet bebió otro sorbo en lugar de responder y Nathaniel resopló—Bueno, cambiemos de tema. Como sabes... mi padre es tu jefe—Violet asintió—, y bueno, eso significa que te voy a ver a menudo y no quiero que nos llevemos mal ni que haya tensiones innecesarias por estupideces, ¿sabes? —La pelinegra sonrió.

—A mí tampoco me gustan las tensiones, me alegra que digas eso. Yo también creo que estar enfadados por una pelea estúpida de miradas que empezaste es una tontería—el chico frunció el ceño.

—¿Qué empecé?

—Bueno tú me estabas mirando, yo sólo intentaba que te apartaras.

—Pero si tu me estabas mirando antes, yo solo te vigilaba para que no lo hicieras más—la chica río.

—No tiene de malo mirar a una chica, no tienes por qué mentir.

—Yo no miento, hay que saber reconocer cuando uno tiene la culpa, Violet—replicó ofendido.

Los Latidos del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora