Armadura de bronce

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Disclaimer: Los personajes utilizados aquí son propiedad de Capcom, lamentablemente, porque si no habría casado a Chris con Jill hace rato ya pues XD

Noiholt Maüser, en cambio, sí que es mía, más otros OC que andan dando vueltas por ahí.

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Capítulo 8: Armadura de bronce

Washington D.C., Estados Unidos. Día 3 de noviembre del año 2004.

«Han secuestrado a la hija del presidente Graham, Ashley. Necesitamos que viajes de urgencia a España para localizarla y traerla de regreso, por ahora sin apoyo pues informes preliminares indican que se encontraría en la ciudad de Navarra. Aún desconocemos a qué nos enfrentamos esta vez, pero en principio dista de ser un caso de secuestro común». Aquel era parte del mensaje que Leon había recibido poco rato atrás en su PDA. Como agente del Servicio Secreto —el de más alto rango en ese minuto—, había recibido el honor de contar entre sus funciones primordiales el proteger al presidente y su familia directa cuando fuese necesario, por lo que el secuestro de Ashley era una tarea de máxima prioridad. Ello implicaba partir corriendo a dondequiera que lo enviaran, aun cuando fuese sin preparación previa. Encima de todo, esta sería su primera misión relacionada a la familia presidencial. ¡Qué bonito comienzo!

Leon resopló hacia arriba mientras abría la puerta doble de su armario. Al menos contaba con tiempo suficiente como para hacer una maleta y despedirse de su novia, la que por ser día domingo se encontraba en su departamento haciéndole compañía.

La vio ingresar a la habitación portando un vaso con poca agua, en la que depositó una tableta efervescente.

—¿Estás tomando antiácidos otra vez? Te dije que con los años el café tan cargado iba a ser perjudicial —observó en tono burlón.

—No he bebido café últimamente. Pero tienes razón... —Procedió a tragarse el contenido con una mueca de desagrado—. Creo que iré al médico.

—¡Por fin me haces caso!

Noiholt dejó el vaso en la mesita de noche más próxima, todavía paladeando el desagradable sabor del bicarbonato en el interior de su boca. Arrugó la cara, estremeciéndose de forma involuntaria. «Qué cosa más asquerosa», pensó mientras se sentaba en el borde de la enorme cama de su novio.

—Así que a España —mencionó en tono triste, los blancos pies descalzos apenas rozando la suave alfombrilla color invierno—. Son muchas horas de distancia.

—Tengo suerte de alcanzar a lavarme los dientes —replicó él, sarcástico.

Metió unas cuantas mudas de ropa térmica a la maleta mirando a la alemana de soslayo. Cuando terminó, se giró hacia ella y la tomó por la barbilla.

—Pareces deprimida —aventuró, sin poder disimular una sonrisa.

—Lo estoy.

—Échame de menos, muñeca. —Le dio un beso rápido en los labios—. Me gusta volver y encontrarte loca por mí.

Noiholt torció el gesto.

—A veces te comportas como un niño malcriado. ¿No estoy siempre loca por ti? —Liberándose del agarre en su mentón, alzó los brazos para colgarse de su cuello y besarlo otra vez—. ¿Cuándo vienen a buscarte? —preguntó pegada a su boca.

—Dentro de una hora.

Menos de treinta segundos después, ambos amantes se peleaban por desvestirse el uno al otro como desesperados. Leon tomó los pechos de Noiholt para succionarlos con más fuerza de lo acostumbrado, y ella supo que la estaba marcando para que no fuese a olvidarlo durante su ausencia. Lo anterior componía una especie de juego entre ellos y ganaba el que hubiese dejado un mayor número de marcas en la piel del otro. Usualmente el triunfador era Leon, ya que la piel de Noiholt se amorataba con mucha facilidad por lo pálida que era, pero ella también se esforzaba un montón mordiéndolo en todas las zonas a las que tenía acceso, incluyendo pectorales, abdominales, muslos y, una que otra vez, incluso glúteos.

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⏰ Last updated: Mar 28, 2023 ⏰

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