Final

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Las jaquecas se volvieron parte de su día a día, como si se tratase de algo natural en su organismo que lo ayudaba a mantenerse con vida y sin ya poder evitarlo de sus dulces labios rosados exclamaban un sinfín de falacias una mayor que la otra desviando las pocas pistas que la policía tenía sobre su amado.

Por las mañanas ni siquiera podía mirarse al espejo sin sentir como su pecho se oprimía sintiéndose cansado de su propio cuerpo, podía jurar que cargaba con el peso de alguien más, aunque lo más probable es que solo se tratase de su sentimiento de culpa, que desaparecía en cuanto tenía al criminal sonriéndole con lujuria dejándole acariciar su cuerpo debajo de aquellas costosas prendas.

Desde que era adolescente el azabache odiaba el olor del tabaco, a pesar de ello se había vuelto adicto a percibir el fuerte ahora proviniendo del rubio que lo esperaba ansioso cada noche para llevarlo dentro de una nueva habitación de su mansión haciéndolo sentir como en el séptimo cielo. Sus encuentros eran cada vez más frecuentes aumentando las horas juntos poco a poco.

Tras las enormes puertas el uno al otro se entregaba jurándose amor; besaban cada milímetro de la piel ajena, entrelazando sus dedos inundando el silencio de la habitación con la angelical voz del rubio resonando en las paredes ocultando los ligeros gemidos del contrario que no dejaba de sujetarlo de las caderas con una inmensa fuerza sin darle importancia al dolor que sentía el rubio tras ser penetrado.

El espía continuaba ignorando las suplicas de su amado de ser gentil, por el contrario, sus suplicas le provocaban cierto placer sintiéndose cada vez más excitado al apreciar el precioso rostro afligido al borde de las lágrimas de su amante. Deteniéndose únicamente cuando llamaban a la puerta informando que el criminal debía atender un asunto urgente.

En uno de sus tantos encuentros sexuales el mafioso sintió que de verdad no saldría con vida de aquella habitación, de no haber abofeteado a Sehun, daba por hecho que jamás se habría detenido.

-Te pedí que pararas. -Dijo el rubio tratando de dejar que las piernas le temblaran. -Si ya no tienes nada que hacer vete.

El azabache deslizó la palma de su mano sobre su rostro limpiando su sangre tras el golpe, mirando fijamente al hombre en la cama. -La próxima vez que cometas un asesinato asegúrate de no dejar pistas o dejaré que te atrapen. -Exclamó molesto antes de comenzar a vestirse.

- ¿Hiciste esto solo porque olvidé limpiar mi propia escena? Que patético eres.

- ¡Estoy traicionando a mi nación por ti! -Respiró profundo frotándose las cienes. -No tienes idea de lo complicado que es cubrirte.

El rubio se deslizó por la cama aun desnudo sujetando a su amante del cuello de su camisa. -Si esto es tan difícil renuncia. Elige renunciar a tu estúpido sentido de la justicia o renuncia a mí.

-Para ti es fácil decirlo porque si te pido elegir renunciar a la mafia o a mi ¿realmente elegirías renunciar a tu vida por mí? Porque yo no lo creo.

-Si te elijo a ti eso significa mi muerte. -Exclamó mirándolo con firmeza sin ninguna clase de expresión en el rostro. - ¿Estás dispuesto a morir a mi lado?

El azabache no pudo pronunciar ni una sola palabra, no estaba seguro de aceptar su muerte solo por amor. Se alejó de su amante despacio ante el silencio incomodo, dándole una última mirada antes de abandonar la habitación.

Sentía su pecho comprimiéndose sin poder dejar de recordar la mirada vacía de Junmyeon ante su última pregunta, "¿Cómo no podía temerle a la muerte?" pensó sin poder evitar que sus músculos se tensaran ante el miedo. Con dificultad subió a su auto mirando por el retrovisor como uno de los guardaespaldas del rubio le daba órdenes a un chico que suponía iba a seguirlo hasta su trabajo.

Pasiones (In)CorrectasWhere stories live. Discover now