Capítulo 30. | Liberación.

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Aviso: Este capítulo contiene escenas +18.

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Zara Di Ángelo.

¿Una alianza entre él y yo? ¿A qué se refería? De repente toda la incomodidad que había tenido desde que llegué se acentuó.

Solo podía ponerle buena cara, necesitaba salir de allí cuanto antes ó mi cabeza iba a explotar. Bastián acercó su rostro a mi cuello y aspiró mi aroma, pude ver en su cara que le gustaba lo que veía. Quería detener todo eso, pero había llegado tan lejos que no podía hacerlo.

Intuí que la alianza era algo más que un simple tratado de paz. Me aventuré a preguntarle.

— ¿De qué se trata esa alianza?

En un movimiento me llamó la atención una cabellera rojiza, viré la cabeza hacia ella. Era Minerva, bailando junto a Trece. Ambos seguían la dulce melodía y parecían haber practicado toda su vida.

Me mordí el interior de mi mejilla. Estaba claro que daba lo que fuese por cambiar las tornas. La voz pastosa de Bastián volvió a llamar mi atención.

— Eres curiosa, me gusta. Pero, me temo que eso lo tengo que hablar con tu hermano. — Sonrió mostrando aún más sus dientes de oro. — Lo único que tengo claro es que desde que te vi quiero que seas mía.

Susurró aquello último en mi oreja. Me alejé con disimulo, esas palabras me habían asqueado lo suficiente como para soltarme de su agarre y detener el baile. Bastián hizo caso omiso a mi expresión corporal y quiso pegar sus labios con los míos, justo en ese momento una voz apareció haciendo que girase la cabeza hacia ella y que Bastián, por lo tanto, se quedase sin su preciado beso.

Piele alba, ¿Me concedería este baile? — La voz de Trece llegó como un salvavidas. Bastián no ocultó su malestar, parecía ser que era el tipo de hombre al que nunca le habían negado nada. Qué lástima.

Trece me tendió la mano y rápidamente la tomé, deshaciéndome de la presencia del don. Velkam nos alejó lo suficiente como para que no nos escuchara y cuando pensé que lo del baile había sido una excusa, posó su mano en mi cintura y me atrajo hacia él con facilidad, quedando cara a cara a centímetros de mi rostro.

— Gracias. — Solté. No sabía qué otra cosa decir, estábamos muy cerca.

Alzó una de sus pobladas cejas y ladeó su sonrisa.

— De nada, te he salvado de sus bailes tan desastrosos, me debes una.

Una sonrisa se formó en mi rostro. Era extraño cómo había cambiado todo, incluso mis sentimientos hacia Trece. Mi anterior yo diría que era impensable incluso bailar con alguien así y ¿ahora? me estaba dejando llevar por su cuerpo en un ritmo lento y sensual.

— Te debo muchas, parece.

Su mano guió a mi brazo en un movimiento fugaz por encima de mi cabeza, y así, hizo que girase en mí y volviese a su cuerpo aún más pegada si cabía la posibilidad.

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