Saldos en rojos

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Por más de dos semanas mi rutina era la misma, no despertaba del todo hasta que me tomaba un café, organizaba currículos a entregar, anotaba las direcciones en mi móvil y buscaba mi mejor atuendo. Desde que fui despedida y el segundo incidente con Ludov, mi día empezaba de la misma forma.

Mi vida se había convertido en un pequeño infierno, desde que él decidió regresar a mi vida. Los recuerdos se hicieron presentes y el horror vivido me impedía dormir.

En cuanto a nuevos empleos... mm. ¿Qué puedo decir?

La frase variaba dependiendo el lugar y cargo, "Estaremos en contacto", "Nosotros le llamamos", "excelente perfil, pero no es lo que buscamos", entre otras muchas excusas.

Le seguían de luego de explicarles los motivos de mi despido de la financiera, porque dije la verdad. Estaba claro, por lo menos para mí, que mentir para obtener un puesto era una pésima idea. Convencida de que alguien acabaría alagando mi sinceridad y me daría una oportunidad laboral.

Algo que hasta el momento no había pasado, pero no perdía la fe. Mientras tanto, las facturas se acumulaban y la mesada que enviaba a mis papás, se acercaba cada día más. Las posibilidades de cubrirlas eran difíciles y empezaban a rallar lo imposible.

Dispersos en la mesa de comedor están las cuentas por pagar. Los arreglos de la casa hicieron un enorme agujero en mi economía. Ahora tenía una casa segura, pero una despensa vacía y mis padres el fantasma del embargo cerca.

Sostengo en mis manos la taza de café recordando la cifra de cuatro dígitos que tengo en mi cuenta. Los víveres que se agota día tras día le dan más terror a esta historia. Ante mí tengo el resumen de lo que tengo y debo.

—Saldo en rojo —hablo en voz alta en un intento de convencerme de que todo esto es real.

El ruido de ladridos en el jardín llega antes que el sonido del timbre, dándome oportunidad para recoger las facturas. Nikolái Borch, parece no tener segundas intenciones en ayudarme, pero Ludov también era así en un inicio. Eso me mantenía alerta y a la espera de que en cualquier instante lanzara alguna sugerencia sobre pago.

Su insistencia en ayudarme o las visitas intempestivas de él o su perro me tenían los nervios alterados. Esos que acabaron destrozados cuando Ludov irrumpió en una casa que creí segura. Inspiro una gran bocanada de aire y dejo los documentos en la mesa de comedor.

Un segundo y tercer timbrazo me obliga a avanzar, a pasos rápidos salgo de la cocina y estoy cruzando la sala cuando el timbre suena una cuarta vez.

—¡Ana!

El nombre en esa voz sale más a un grito de guerra. Ya puedo imaginarme a los vecinos pensar todo lo peor de mí cada que el señor Borch ruge mi nombre de esa manera.

—¡Voy! —le digo a pasos de llegar.

El primero en llamar mi atención tras abrirla es mi peludo vecino que se abre paso frente a mí. Sorprendida por el desparpajo que tiene al entrar a mi casa como si se tratara de la suya.

—Buenos días —el saludo de mi vecino me hace a alejar la mirada de Dante y verle.

En traje, pero sin corbata, tiene un buen aspecto y no es que en otras ocasiones lo esté. Solo que en esta ocasión logra dar ese toque de normalidad, si evitas ver la forma en que su traje se ciñe a su cuerpo.

—Buenos días, señor Borch —respondo neutral y dando un paso al costado —¿Qué se le ofrece?

Hasta el día de hoy, el hombre no ha hecho más que salvarme el trasero. Se hizo amigo del capitán, un personaje que no suele ser sociable con la figura masculina tatuada.

NIkolái 5to libro saga Angeles o demonios.Where stories live. Discover now