Prólogo: El Comienzo de Todo

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EL COMIENZO DE TODO

Tenía siete años la primera vez que me violaron; ese fue el momento en que mi vida comenzó un precipitado descenso a la tragedia. Fue doloroso, aterrador, pero incluso ahora, lo único que logro recordar con total exactitud es la expresión de mi padre cuando regrese a casa.

Esa fue la primera gran decepción que le di.

Fuimos a la policía, por supuesto. Fue difícil para mí contar todo lo que había sucedido, pero lo hice. Cuando terminé, el oficial de policía me miro con incredulidad. Sus cejas estaban arqueadas mientras preguntaba.

—¿Está seguro de que fue él?

Por supuesto que estaba seguro. Aun podía sentir sus manos en mí.

—No puede ser verdad— respondió otro oficial de policía, más viejo y más gordo que el anterior  —El chico debe estar mintiendo.

—¡¿No van a hacer nada?!— demandó mi padre dejándose llevar y golpeando la mesa con un puño.

Mi padre estaba enojado, pero yo no. Lo único que podía sentir en ese momento era una creciente confusión. Yo estaba como paralizado, tan solo siendo capaz de observar cómo se desarrollaban los eventos ante mis ojos. Comencé a escuchar un zumbido en mis oídos, así que no escuche el resto de lo que dijeron los oficiales, no obstante, capté algunas partes como: imposible o tal vez el chico lo sedujo.

Más tarde, no sé cuánto tiempo después, mi padre me tomó de la mano y me llevó a casa. El viaje fue en silencio, con tan solo el rugido del motor de su camioneta como fondo. 

Apenas él cerró la puerta de la casa detrás de nosotros, se arrodillo delante de mí para estar a mi altura.

—Mírame, Aslan— dijo con el ceño fruncido y voz severa. Levante la cabeza, saliendo con dificultad de mi letargo. Él apretó mi hombro izquierdo fuertemente —Si otro intenta lo mismo, solo cállate y déjalo hacerlo— la desesperación apretó mi pecho. Comencé a llorar ¿Cómo podía pedirme eso? Mi padre siguió hablando —Pero cuando haya terminado, hazlo pagar. ¿Me escuchaste?— no respondí, así que él me apretó el brazo con más fuerza —¡¿Me escuchaste!?

Asentí automáticamente, aun cuando eso no tuviera sentido para mí.

—Hijo, las personas son malas— añadió él, y había dolor en sus ojos marrones —Vivir algunas veces es difícil, pero debes sobrevivir.

Debes sobrevivir, eso sí lo entendí. Simplemente no sabía lo difícil que el destino me lo pondría.

Así que cuando volvió a ocurrir, seguí el consejo de mi padre, y simplemente me quedé callado.

No fue más fácil que la primera vez.

Mientras caminaba a casa adolorido y confundido, no podía dejar de mirar los cincuenta dólares que tenía apretados en mi mano derecha. Me sentí sucio y en un arrebato de ira, los rompí por la mitad antes de tirarlos al suelo. Ni todo el dinero del mundo compraría la humillación y el sufrimiento al que me había sometido ese hombre.

Ya tenía ocho años cuando me di cuenta de que nadie me salvaría. Al fin y al cabo, realmente a nadie le importa el sufrimiento de un niño. El mundo es así de cruel.

La pistola de mi padre era demasiado pesada para mi, pero el peso en lugar de resultarme molesto, fue reconfortante. Me aferré a ella como si de un crucifijo se tratara mientras el monstruo comenzaba a deshacerse de mis pantalones con movimientos bruscos. Él confiaba en que me quedaría quiero como tantas otras veces, así que no se dio cuenta de que iba armado hasta que fue muy tarde.

Le disparé. La pistola se sacudió en mis manos, casi resbalándose de mis dedos. El primer disparo impacto en su pierna. Él grito, furioso, pero cuando intentó abalanzarse sobre mí, volví a disparar dos veces. Ambas balas golpearon su pecho, y estaba muerto antes de tocar el piso.

El ruido atronador de la pistola dio paso a un profundo silencio, roto únicamente por mi respiración irregular.

No solté el arma. Una parte de mi mente estaba segura que él se levantaría, se reiría en mi cara y continuaría con lo que estaba haciendo. Cuando fue obvio que eso no sucedería, deje caer mis manos y lloré. Lloré porque matar a una persona no es algo agradable; lloré porque por fin era libre de ese bastardo; y lloré porque era un niño, y tenía, luego de todo lo que había vivido, derecho de hacerlo.

La policía no tardó en llegar –los vecinos, siempre inútiles cuando realmente son necesario, los llamaron luego de escuchar los disparos–, y en poco tiempo todo fue un caos de movimiento, luces parpadeantes, interrogatorios y miradas recelosas.

Al final lo llamaron defensa propia. Pero en los pueblos pequeños nada es tan sencillo.

Escuche las cosas que dijeron a mis espaldas.

El niño Callenreese lo sedujo.

Aslan mató a una persona.

Probablemente él mismo se lo buscó.

¿Cómo podemos estar seguros de que no fue consensual?

Los rumores no hicieron más que aumentar. Y, en vista de todo lo que estaba sucediendo, mi padre decidió que lo mejor para mí sería irme a vivir con su hermana.

Algunas veces me pregunto cómo hubiera sido mi vida con ella. Ahora no tengo manera de saberlo, no después de escaparme. No obstante, en realidad no me arrepiento. Porque, si no hubiese tomado todas las malas decisiones que tomé, no lo conocería a él. Y es que Eiji fue lo único bueno que salió de todo; la única luz resplandeciente en un mar de oscuridad.

Yo lo amaba. Lo amo. Pero seguro que ya sabes eso. Ya conoces la historia. Y sabes que al final de ella hubo una biblioteca y una carta.

Ojalá hubiera muerto en ese momento.

Continuará...

Cautivo [AshxEiji]Kde žijí příběhy. Začni objevovat