2. Café negro y una malteada de fresa

52 16 72
                                    


Después de pasar un tiempo en la biblioteca, fuimos a un café cerca de la zona y he observado que hay más cafeterías que bibliotecas. No se si debería preocuparme o aceptar el hecho de que ya casi no hay gente que disfrute de una buena lectura, pero dejando eso de lado. Le había prometido a Abigail que iríamos a su cafetería favorita y una vez que llegamos, nos sentamos en una mesa que daba la vista a la calle, después un mesero nos tomó la orden.

—Un café negro sin azúcar y una malteada de fresa con extra de chantillí, por favor —dije sin necesidad de revisar la carta y sin tener que confirmarlo con ella, pues siempre suele pedir lo mismo

—¿Eso es para usted? —preguntó el mesero, para después dirigirse a ella —¿La señorita no desea pedir nada?

—Pedí para ambos, el café es para mí y la malteada para ella —expliqué un poco incomodo por tener que hacerlo

—Esta bien, en un rato les traigo sus bebidas —dicho esto se fue y me cuestione para mis adentros si fue correcto haber pedido por ella

—Tanto tiempo pidiendo la misma bebida, parece que al final te la memorizaste —dijo entre una risilla mientras me miraba

—Como olvidar la bebida más azucarada del menú —respondí un poco apenado, desviando la mirada y ajustándome los lentes

—¡Tú pediste la bebida más amarga! —replicó señalándome

—El café es vital para gente como yo —comenté y añadí con una media sonrisa— gente amargada, por ejemplo

Para mí fue una buena metáfora y me causo un poco de gracia, pero puede también ser un chiste un tanto triste. Todo lo que dices puede causar un efecto diferente a los demás, no importa si desde tu punto de vista lo pienses o veas de otra manera.

—Si es así, ¿entonces las malteadas son para personas alegres y dulces? —inquirió con una sonrisa y añadió un poco desanimada— Me parece que no llego hasta ese nivel...

—Te equivocas, eres dulce y alegre como una malteada, de eso no hay duda. No deberías subestimarte —respondí sin pensarlo a detalle, hasta que noté el silencio que hubo.

Ahora que lo pienso, creo que fue una comparación estúpida, pues ella es mucho más que eso.

—Siempre sabes que decir —comentó soltando una risilla nerviosa

—Claro, nuestra amistad de 1 año y medio no fue por nada

—¿Ya paso tanto desde que nos conocimos? —expresó poniendo una mano en su boca, bastante asombrada y continuó contenta al recordar con nostalgia algunos momentos— Ahora que lo pienso, fue bastante difícil ser tu amiga. De hecho, aún recuerdo la primera impresión que tuve de ti.

—Seguro pensaste que era un cascarrabias —dije con seguridad

Sin previo aviso, llego el mesero con nuestras respectivas bebidas y una vez que le dimos las gracias, Abigail le dio un pequeño sorbo a su malteada para luego continuar con nuestra conversación.

—En eso te equivocas Dante, en realidad solo pensé que no se te daba bien socializar con gente nueva

Si esa fue su primera impresión de mí, que no es mala, de hecho es justo como me sentía, no sé si debería decirle la mía. Tal vez fue mala idea sacar el tema. Odiaría tener que decirle que su "buena vibra" me incomodaba mucho y que en general no me agradaba.

—Pero admito que si noté que eras bastante grosero en tu forma de hablar con los demás y conmigo —confesó con una sonrisa y me sorprendió que no recordara mi conducta con resentimiento o disgusto.

—Espero haber cambiado aunque sea un poco —expresé aclarando mi voz en señal de nerviosismo.

—Lo hiciste y mucho, aunque bueno, en cierto modo es parte de tu personalidad, ya que sueles ser muy honesto y directo, pero para mí no es un defecto, de hecho me agrada.

—¿Te agrada? Eres realmente extraña... —dije parpadeando mis ojos, tratando de entenderla

—¡Eso! ¡Lo acabas de hacer! —exclamó sonriendo y señalándome de nuevo. Atrapándome en el acto

Estaba muy confundido, así que solo me limite a mirarla extrañado.

—Justo acabas de ser honesto y directo —dijo al ver mi conmoción

Tal parece que ella me conoce mejor que yo. Nunca me había dado cuenta de que mi constante honestidad no suele ser de agrado para todos, pues lo hago inconscientemente, y por más que trate de formular una excusa por ello, no logro pensar en nada.

 Nunca me había dado cuenta de que mi constante honestidad no suele ser de agrado para todos, pues lo hago inconscientemente, y por más que trate de formular una excusa por ello, no logro pensar en nada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dulce y amarga espera © (DYAE) // Clichés musicalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora