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( 04 )

Cuando hagas una promesa, asegúrate de cumplirla tal cual lo dijiste, siguiendo cada instrucción al pie de la letra...

—¿Qué hay con todo eso de las notas en mi casillero, Yeonjun-ah?

...y asegúrate de no dar información cuando no sea necesario.

—Son de Ji-In —respondió el mayor con tranquilidad—. No me deja en paz si no las dejo ahí cada que se le ocurre hacer una nueva. Todo ese asunto del romanticismo es un lío.

El rubio rió ligeramente y Yeonjun suspiró desganado, esperando no meterse más en ese asunto. No porque no quisiera hablar de él, sino porque se trataba de la privacidad de su mejor amiga; y no quisiera encontrarse a sí mismo en una de esas situaciones.

—Ya veo.

El azabache asintió y procedió a terminar la bebida enfrente suyo. En realidad, no tenía idea de lo que pasaba por la mente de su menor, pero admitía estar encantado mirándolo ahí tan relajado y casi despreocupado por todo, inclusive sin darle importancia a lo que ocurría a su alrededor e ignorando el sonido tintineante de la puerta cada que se abría y cerraba.

En realidad, pasar tiempo ahí no parecía algo tan malo, no cuando pensaba en ello como sus personas pasadas que solían pasar bastante tiempo juntas en secundaria... hasta que ocurrió “la desgracia” y entonces el azabache se alejó de él. Si hubieran permanecido como amigos sin necesidad de algún ridículo amor unilateral, probablemente Yeonjun ya hubiera hecho de todo —o casi todo— para que su inquieta mejor amiga tuviera al menos una oportunidad de citarse con el rubio enfrente suyo... pero aún existía esa muy pequeña parte suya que no se lo podía permitir. Al final, él se había fijado primero...

Ah, todo era tan difícil.

—Bueno, debo irme, Soobin-ah  —dijo mientras se levantaba de la silla para salir.

—¿Pasó ya el tiempo?  —y por alguna razón el rubio parecía entre sorprendido y asustado.

—Llevamos aquí casi una hora, me voy.  —el azabache comenzaba a alejarse, y Soobin lo seguía lentamente pero conservando esa distancia entre ellos—. Debía ir a casa de Ji a dejarle las notas de hoy, nos vemos luego.

El pelinegro se alejó después de darle un vago movimiento de mano como señal de despedida, sacando su celular y enviando un texto a su mejor amiga sobre una excusa barata que le sirviera como colchón en caso de que cayera, aunque nadie lo empujaría porque nadie había visto nada. Si seguía aceptando aquellas invitaciones aparentemente inocentes, su plan de ‘superación’ lo único que haría sería hundirse cada vez más, si es que no estaba ya bajo miles de millas bajo el agua. Su fuerza de voluntad se estaba viendo ligeramente quebrada cada que ese chico le otorgaba una de esas pequeñas sonrisas, o cada que lo miraba directamente a los ojos, y el azabache ya debería de tener un diploma con honores en actuación, porque su amiga creía que ambos no se llevaban bien del todo o que no existía algo lo suficientemente ancho entre ellos para llamarse amistad, y si supiera que en realidad venía de pasar una hora completa en la misma habitación que el chico que la traía sin razonar demasiado antes de moverse, probablemente se volvería loca.

Estuvo fuera de la puerta de casa de Ahn Ji-In aproximadamente quince minutos después, siendo recibido por la madre de ésta quien le indicó que aún se encontraba en su habitación, por lo que el azabache se dirigió ahí después de agradecer. Tocó un par de veces la puerta y esperó por una autorización, la que acató una vez que le hubieron concedido.

—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó la pelinegra con el ceño fruncido, cruzada de brazos sobre la cama.

—Hola, Yeonjun, qué bueno que llegaste. Ya estoy mejor, gracias por traerme los apuntes —ironizó el mayor a la vez que tomaba asiento en la silla junto a la pared.

𝐀𝐓𝐓𝐄𝐍𝐓𝐈𝐎𝐍﹔soobjun (숩준)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora