Morgan solo tiene dos objetivos en esta vida...
1. Que la gente la reconozca por su arte.
2. Enamorarse por primera vez.
Morgan es una chica reservada que se la vive encerrada en los hospitales, todo gracias a que carga con una terrible enfermedad...
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—¡Morgan!
Le chica se removió en su cama, lanzando quejido al aire.
—¡Morgan!
La nombrada se levantó, temiendo lo que su madre le iba a decir.
—¡Ya voy!
Morgan se levantó de su cama flojamente, restregando sus manos en su rostro, intentando hacer que el sueño se le esfumara. No logró mucho, la verdad.
La pelirroja bajó con lentitud, encontrándose con su madre mirando la ventana con entusiasmo. Morgan revoloteó los ojos, temiendo que su madre dijera aquellas palabras que...
—¿Por qué no vas a saludar a las nuevas vecinas? Hay una chica que parece tener tú edad y...
Oh no, ahí estaba. Morgan soltó un suspiro de frustración mientras se sentaba en el sillón rojo frente a ella.
—Parecen ser personas muy lindas.
—¡No voy a ir! —exclamó la pelirroja —¿Por qué no vas tú?
—Sí voy a ir —asintió la mujer yendo hacia su hija —, después de cocinar un pastel para llevárselo. —Ahora se dirigía a la cocina.
Morgan mostró una sonrisa ladina, empezando a toser falsamente, seguidamente puso el dorso de su mano en su frente.
—Creo que no me siento bien.
Su madre volteó a verla con el ceño fruncido, viendo como Morgan miraba todo menos sus ojos irradiando en molestia, lo que le hacía pensar que ella mentía.
—No uses tu enfermedad como excusa. Vas a ir. Ahora mismo.
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—Vas a ir. Ahora mismo —arremedaba Morgan a su madre con tono molesto.
La pelirroja ya se encontraba frente a la puerta de quienes serían sus nuevas vecinas, a segundos de tocar el timbre. Iba a admitir que se encontraba muy nerviosa, pues eso de hablar con nuevas personas, le causaba cierto miedo. Morgan no era alguien a la que se le pudiera llamar, extrovertida. Era más como la típica antisociable, sumamente reservada, que se encerraba en su cuarto cada vez que había reunión familiar.
Ya estaba hecho. El timbre había sonado, quien sea que estuviera dentro de la casa, ya había notado su presencia fuera de esta.
La puerta se abrió pocos segundos después, dejando a ver a una chica de cabello castaño que vestía pantalones holgados con una playera negra básica, traía el cabello suelto, e incluso para el calor que hacía en el momento, también llevaba puesta una sudadera de cierre roja.
