Parte I - Capítulo III

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KAWAAKARI

"El río que resplandece en la oscuridad"

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Parte I

Capítulo III

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A estas horas de la mañana, las calles de la antigua Edo eran un hervidero de personas que deambulaban de un lado a otro. Los tiradores de jinrikisha parecían no dar abasto haciendo viajes arriba y abajo por la calle principal, mientras las tiendas avisaban sus productos con vistosas pizarras preparadas para ello. En medio de todo ese bullicio, Kagome y Sango se dirigían a la tienda en que estaban encargado sus vestidos. Aún les quedaba una prueba y se alegraban de tener unos días antes del evento para ajustar cualquier detalle que pudiese surgir.

—¿Crees que estén listos los zapatos, al menos? —preguntó Sango, animada con todo; la calle, la gente, la celebración que se avecinaba.

Para Kagome era comprensible la emoción de su amiga, desde que su madre había muerto su vida era prácticamente la de una mujer adulta. Se hizo cargo de la crianza de su hermano pequeño, Kohaku, y poco a poco se convirtió en quien tomaba las decisiones en casa. Una celebración era algo que la hacía feliz; la sacaba de su vida rutinaria.

—Es muy probable —aceptó Kagome.

Se acercaron hasta la tienda, siendo atendidas en cuánto entraron. Sango se probó su vestido de color rosa intenso, al que se unieron zapatos cubiertos de forma delicada con la misma tela que éste.

—Me encantan —expresó, alzando un poco la falda del vestido para que Kagome los viese.

—Son muy bonitos —aceptó ella, deteniendo la mirada en los pliegues perfectos de tela que había, desde el lateral externo de los zapatos hasta el talón.

—Seguro que los tuyos son igual de hermosos —Sango parecía querer compartir su felicidad.

—Seguro —aceptó ella, notando la alegría de su amiga en el corazón; otra de las tantas cosas que simplemente experimentaba y a las que no buscaba explicación.

—Ahora te toca la prueba a ti —la animó, bajando del pedestal en que debía subirse para facilitar el trabajo a la modista, nombre que recibían las mujeres que se preparaban para coser al estilo occidental.

Pudo ver a su amiga adentrarse en una tercera sección de la tienda, para regresar al atuendo con que había llegado. La primera habitación correspondía a la recepción y salón de ventas, luego estaba ésta, la segunda, en la que se hacían las pruebas. Escuchó la campanilla en la puerta de entrada y asumió que se trataría de algún cliente, sin embargo casi de inmediato tuvo la sensación de que se trataba de algo más y se asomó a aquella primera habitación.

—Señorita Kagome —se dirigió a ella Kasumi, una de las mujeres que trabajaba en casa de Sango. Parecía contrariada e incómoda, probablemente por el lugar— ¿Está la señorita Sango con usted?

—Sí, está ¿Pasa algo? —preguntó al ver a la mujer con cierto aire de preocupación.

—Bueno, sí, aunque nada grave —se apresuró en aclarar la mujer—. El señor tiene una invitada a cenar y debo tener todo preparado.

—Oh, comprendo —el apuro de la mujer pasaba por las decisiones que sólo su amiga podía darle al ser la encargada de la casa—. Le diré a Sango que vaya enseguida —le aseguró.

La mujer asintió un par de veces con cierta premura y a continuación salió a la calle nuevamente.

Al encontrarse con su amiga en la segunda habitación, le comentó sobre la aparición de Kasumi y la situación que venía a comunicar.

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