CAPÍTULO 10

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Sasuke la enfurecía. Tuvieron la primera pelea esa misma noche. Sakura se había acostado temprano, pero como no podía dormir, se había puesto a trabajar en la lista de actividades que tendría que cumplir al día siguiente. Estaba en su propio cuarto, por supuesto, porque según Katazu, era allí donde Sasuke quería que ella durmiera. Desesperadamente, trataba de no molestarse por el hecho de que su esposo fuera un cerdo insensible. No podía hacer nada para cambiarlo, ¿no? Después de todo, el matrimonio entre ellos no había sido por amor y si Sasuke quería que durmieran separados, bueno, tenía que darle el gusto. Sin embargo, no estaba contenta. Se sentía vulnerable -y asustada también-, aunque no podía adivinar por qué se sentía de ese modo.

Intentó comprender lo que estaba sucediéndole. Por fin decidió que su inseguridad se debía a que Sasuke la había dejado en una situación muy débil en cuanto al pacto que habían acordado. Pero después negó la teoría con un movimiento de la cabeza. ¿Y qué tenía que negociar ella con él? Si su esposo había rechazado todo lo que ella tenía para ofrecer.

Dios la ayudara, pero comenzaba a autocompadecerse. La madre superiora, en una de sus clases cotidianas, le había enseñado que, en ocasiones, los hombres y las mujeres desean tener cosas que no pueden alcanzar. La envidia, según ella, era seguida de los celos y una vez que esa pecaminosa emoción tomaba las riendas de la situación, todo lo que podía esperarse era angustia y desesperación. Los celos quemaban, ardían, consumían, hasta el punto en que ya no quedaba espacio para el amor, ni la dicha ni la felicidad de ningún tipo.

-Pero yo no estoy celosa -murmuró para sí. Aunque sí sentía envidia y suspiró suavemente al admitir esa verdad. Ya estaba envidiosa del matrimonio feliz que unía al hermano de Sasuke y a su esposa. Y, Dios Santo, ¿eso implicaba que pronto se convertiría en una regañona celosa y que sería desgraciada el resto de sus días?

Decidió entonces que el matrimonio era un asunto complicado.

Sasuke no tenía tiempo para eso. Inmediatamente después de la cena se había metido en su estudio para trabajar con sus cuentas. Tener una esposa no le cambiaría los hábitos. Estaba construyendo su imperio y nadie, mucho menos una esposa no deseada, iba a interferir en sus planes. Sasuke no había tenido que molestarse en sentarse con ella para explicárselo todo. Sus acciones hablaban por él.

Sakura no estaba irritada por su actitud. De hecho, aprobaba que estuviera tan dedicado a su trabajo. Tampoco tenía dudas. Sasuke lograría alcanzar sus objetivos laborales y económicos. Era fuerte, terriblemente inteligente y maravillosamente disciplinado.

Ella no tenía intenciones de interponerse en su camino. Tampoco lo distraería. Lo único que le faltaba a Sasuke era una esposa pesada que lo persiguiera por todas partes. Sin embargo... por las noches, cuando el trabajo del día estaba terminado, la princesa deseaba que él sintiera la necesidad de estar con ella. Sería bello quedarse dormida entre sus brazos, sentirlo presionado contra su cuerpo durante las oscuras horas de la noche. Le agradaba el modo en que la besaba, la manera en que la tocaba...

Sakura suspiró a modo de queja. Jamás lograría concentrarse en su lista si no dejaba de soñar despierta con su esposo. Trató de zafarse de las garras del hechizo y de concentrarse en su tarea.

Ya era casi medianoche cuando Sasuke entró en la habitación de su esposa por la puerta que comunicaba ambos cuartos. Llevaba puestos pantalones negros, pero se los quitó, aun antes de llegar a un lateral de cama.

Se desenvolvía con mucha naturalidad ante su propia desnudez. Ella trató de actuar de la misma manera.

-¿Has terminado de trabajar con tus cuentas?

Sakura hizo esa pregunta sin mirarle. Tenía las mejillas muy coloradas y su voz sonó entrecortada, como si alguien estuviera estrangulándola mientras hablaba.

CASTILLOS  4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora