Luz de esperanza

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Bajó órdenes de mi hermana, rasgué sus viejos pantalones y sentí como mi estómago se retorcía al ver su entrepierna ¿¡Eso era un parto!? ¡¿Que haría ahora?!

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Bajó órdenes de mi hermana, rasgué sus viejos pantalones y sentí como mi estómago se retorcía al ver su entrepierna ¿¡Eso era un parto!? ¡¿Que haría ahora?!

— No dejes que toque el suelo... — Chilló Mayjara ante una nueva oleada de dolor que la obligó a retorcerse.

Aterrados y temblando como el par de niños que éramos, nos abocamos a ayudarla; Agus, tan pálido como la nieve misma, corrió por el lugar en busca de cualquier trozo de tela que sirviese para darle calor a mi hermana, mientras yo intentaba ayudarla a incorporarse durante cada alarido. Mis manos tocaron la cabeza del bebé y aterrada de que pudiese hacerle daño, comencé a tirar de él, en el afán de terminar con el sufrimiento de mi hermana. Jamás olvidaré la forma en que aquel bebé salió de su cuerpo, el dolor de Mayjara y el llanto del pequeño cuando finalmente lo tuve en mis brazos. Sin dudarlo sujeté al nuevo miembro de nuestra familia con el mayor cuidado posible, y como si se tratase de una joya delicada y frágil le envolví rápidamente en la capa de Yaz antes de que el frío pudiese lastimarle. Mis manos se mancharon de sangre nuevamente, pero está vez ante la luz de una nueva vida y no una muerte más.

— Mayjara... — La llamé aún sin poder creerme lo que había sucedido en esa pequeña habitación, en medio de un caos tan terrible.

Una vida... El bebé sollozaba amargamente en mis brazos, pero aun así solo sonrisas adornaron nuestros rostros. Mayjara estaba terriblemente agotada, sudaba y la sangre que había escapado de su cuerpo era algo que ni siquiera quería ver en ese momento. Pero aun así extendió sus brazos en busca de su bebé.

— Está bien. — Lloriqueó mi hermana como una niña pequeña. — Está bien...

— ¿Cómo se llamará? — Preguntó Agus enternecido por la carita del pequeño. El pobre aún estaba pálido del susto que nos habíamos llevado.

Mi hermana le acunó entre sus brazos y este finalmente se calmó cuando el calor de su madre le envolvió. Era tan pequeño, mucho más que Maylo. Ella acarició el rostro de su hijo y entonces susurró una palabra que llenó mis ojos de lágrimas.

Azan... Una palabra que nos enseñó nuestra madre desde muy pequeñas, y que tenía un significado de esperanza en el idioma de los dioses.

— Bienvenido a este mundo, Azan... Te cuidaremos muy bien, lo prometo.

No sabía cómo saldríamos de allí, pero sin duda buscaría alguna forma para cuidar de ambos. Azan era nuestra pequeña esperanza y merecía crecer en un mundo sin dolor.

Por primera vez en la noche vi una sonrisa en el rostro de Agus pero una parte de mi sentía que no podía incluirme en aquella paz, pues los sonidos del exterior me mantenían alerta. Así que consciente del peligro que corríamos, acaricié la cabeza de mi hermana y me alejé para vigilar el exterior. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que bloqueé la puerta y agradecía enormemente que nadie hubiese prestado atención a los gritos de mi hermana... Pero sabía que fuera de aquellas paredes el mundo parecía caerse a pedazos.

Mayra. El Deseo de una EsclavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora