「Á𝐧𝐠𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐧 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨」

816 60 65
                                    


¿Deseas a alguien?

¿Cómo yo deseo a alguien?

Prefacio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Prefacio

—¿Ellas... —vacilo un poco— te gustaban? —Se ríe con suavidad, a la espera, y puedo ver que es para cortar ese pequeño hilo de pensamientos y suposiciones.

—Solo por el lado artístico... —asegura. Su pronta revelación me deja un vuelco de alivio en el corazón.

Me observa contemplar cada uno de los dibujos con sumo detalle, casi como recuerdo el hecho de que no debería de estar haciendo esto. La imagen de Naruto se visualiza por un breve segundo en mi memoria, haciendo que me sienta nerviosa, pero no lo suficiente para acortar este bello momento entre ambos.

—¿Y tú... no sentías nada cuando las dibujabas? —Aunque ni siquiera estoy segura de querer saber la respuesta, el impulso me hace lanzar aquella salvaje manifestación.

—Solamente una cosa —comienza diciendo. Nuestras manos se rozan lo suficiente para dejarme un mareo emocional. La paranoia vuelve a apoderarse de mí; el miedo de que todo esto pueda llegar a terminar me hace querer soltarme a llorar; la tristeza que me albergaría si su presencia llegara a desvanecerse, yo.... no lo soporto. No lo soportaría —... respeto —dice en voz baja.

Con delicadeza, voy recorriendo con mi dedo el camino de líneas que profundizan la intensidad del dibujo, desde las manos que descansan una sobre la otra, hasta la forma de los senos que denotan no más que solo sensualidad en la mujer. Busco su mirada queriendo interpretarla, y de repente comprendo que todo aquello es casi tan nuevo para él como lo es para mí.

—¿Desde hace cuánto tiempo tú...? —Pero ni siquiera necesito terminar la frase, pues él, sorpresivamente logra entender a lo que me refiero.

—Desde los diecisiete años... —Ante eso, no hago más que abrir los ojos de la impresión.

Tan joven...

—Debió ser toda una experiencia interesante para ti... —Al sonreír, Sasuke deja entrever su brillante dentadura—. ¿Acaso dije algo gracioso? —pregunto, un tanto confundida por su reacción. Él niega rápidamente.

—Es solo que, ahora que lo recuerdo, la única que no lo pasó tan bien fue mi madre....

—¿Por qué? —Me dirige una mirada irónica— ¡Ah!, claro, ya entiendo... —Me encojo de hombros ante lo obvio de la situación, y mi evidente torpeza para entenderlo. De hecho, casi en ese momento mi mente comienza imaginando lo impactante que debió haber sido para su madre ver a su hijo de diecisiete años junto a una mujer desnuda, eso sin contar que posiblemente pasó por su mente una lista larga de suposiciones—. ¿Quién fue la mujer? —digo sin pensar.

Ángel sin cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora