Capítulo 34. | Jackpot

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Arriba os dejo un gif de Bastián. 


Velkam Iacob.

Detuve el coche en la entrada, un hombre uniformado no tardó en acercarse ligeramente nervioso. Me bajé del asiento del conductor a su vez que Zara salía de la parte trasera. El chico, joven e inexperto desvió sus ojos a la esbelta figura de Zara y si no fuese por mi carraspeo, seguramente me hubiese bañado en un charco de saliva.

Le tendí las llaves del coche con aspereza. El chico intentó cogerlas pero se le cayeron en el intento. Puse los ojos en blanco.

— ¿Sabes conducir? – Interrogué.

Noté como Zara ponía la mirada encima nuestra.

— Sí señor. – Asintió avergonzado.

— Genial, porque los rayones que me encuentre en el coche serán los mismos que te haré en la polla. – Sonreí.

El chico palideció, cogió las llaves rápidamente y desapareció en el bugatti. Zara se acercó a mí frunciendo el ceño.

— No tenías por qué tratarlo así. – Regañó.

— Es la ley del más fuerte. – Me encogí de hombros colocándome bien la americana.

Custodiando la puerta estaban dos guardias vestidos completamente de negro y justo por encima de sus cabezas un letrero gigante de neón nos dió la bienvenida. En él se podía leer: Casinò monte de venere.

— ¿Porqué Minerva nos ha invitado a un casino?

Miré a Zara deteniéndome más de la cuenta en las curvas que le hacía ese vestido. Llevaba un vestido negro de cuero ajustado junto con unos tacones rojos y un pintalabios a juego. Desde que se había montado en el coche mi entrepierna no podía dejar de pensar en arrancárselo y follarla de nuevo. Supuse que pronto dejaría de preocuparme por eso.

— Es de su familia. – Expliqué mientras caminábamos hacia la puerta. — Su familia tiene una cadena de casinos.

— ¿Qué? Dios, tiene que tener muchísimo dinero. – Soltó sorprendida.

Ambos guardias se miraron entre sí al vernos aparecer. No tardaron en hablar por el pinganillo que tenían escondido en la oreja para seguidamente abrirnos la puerta.

— Muy poca gente puede entrar en estos sitios. – Expliqué mientras andábamos por un estrecho pasillo. – Siempre se suele entrar con invitación.

La luz del interior nos envolvió sumergiéndonos en una atmósfera vibrante, el casino estaba decorado con luces de neón que destellaban en todas las direcciones, haciendo que las paredes parecieran un espectáculo de luces. A nuestro alrededor se podía ver una gran cantidad de mesas de juego, incluyendo ruletas, mesas de blackjack, póker y dados, así como tragamonedas. Todas llenas de personas probando suerte. El sonido de las monedas cayendo y las risas llenaban el ambiente.

Nos adentramos más en el casino y Zara cada vez estaba más sorprendida. La multitud estaba compuesta por todo tipo de gente, desde hombres de negocios en traje hasta gente de la organización la croix noire.

— ¿Qué hacen ellos aquí? – Susurró ligeramente molesta.

Los miré fijamente. Estaban en una intensa partida de póker.

— Bueno, la familia de Minerva tiene un contrato con la croix noire, ambos trabajan juntos. Se les tiene permitido entrar aquí.

Me miró alzando su ceja.

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