trece

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Decir que fue obligado a ir a <EDÉN> sería una mentira a la mitad y una verdad a la mitad.

Tras haber sido encontrado por Perséfone, esta le pidió ayuda para transportar las nuevas plantas que formarían parte de la cafetería como una pequeña colaboración entre el club de jardinería y las hermanas. Hades no tenía razones para negarse y, a sabiendas de que la pelirroja le conocía lo suficiente, sabía que tampoco podía huir del todo de ella. Menos cuando era extremadamente obstinada y él fácil de convencer con aquellos que tenían su cariño; así que así es como acaba: acomodando las macetas en las paredes mientras Perséfone tararea una canción que nos distingue, como si no estuviesen en el cuarto donde tuvo su primera cita con Zheng.

Se detuvó. Recordó la expresión dolida del asiático y de vuelta, la pena invadió sus hombros como si todo el peso del mundo se posara en ellos. Por fin conocía a una persona que le hacía sentir ese punto medio de calma y euforia, solo para haberla lastimado... y dejado ir. Porque no lo persiguió.

No lo buscó para aclarar las cosas, no le llamó para que notase que le importaba. Simplemente huyó cómo un cobarde.

Quizás eso era.

—¿Reconoces estas flores?—la pelirroja llevaba una maceta, colocándola en su rostro. Hades salió de su trance solo para verlas, parpadeando confundido hasta reconocerlas.
—Jacintos—la chica asintió, empezando a bailar con la maceta. El alto la miró con una sonrisa.
—¿Sabes lo que significan?—asintió despacio, sin embargo, Perséfone siguió hablando—suelen significar perseverancia y constancia. Dos palabras que van bien contigo, ¿no crees?
—¿A qué te refieres?
—¡Oh, vamos! ¿No tenías doce cuando me dijiste que te casarías conmigo porque estuviste buscando al amor de tu vida?—el peliblanco negó, un leve sonrojo haciéndose presente en su rostro.
—Tenia doce años, Perséfone.
—Y aún así estabas de teeeerco con eso. Pero para ser terco, también eres un cabeza de chorlito.
—¿Y eso por qué?

Ahí, la chica se alejó un poquito de él. Hades apreció los ojos verdes primavera que lo veían con dulzura, pero no de esa que recordaba en su juventud: ya no había esa chispita de ilusión enamoradísa sino, una mucho más calmada. Una más dulce.

—Porque tienes al amor de tu vida aquí y estás perdiendo el tiempo actuando como un buen hermano. ¿Sabes lo difícil que fue que Beelcebú me dirigiera la palabra? Al final tuve que ir con Nikola y Budda para que me dijeran los sucedido. Eres un chico muy malo.
—Sí, bueno. El amor no es para mí. Tú lo sabes.
—Ah-ah, no. Error ahí—dejó la maceta en una de las mesitas, sentándose para observarlo mejor. Hades podia sentir que le miraba hasta el alma—creo que soy la persona más apta para decir que lo es. Y que ese chico no parece ser una mala persona, incluso parece ser el indicado para ti.
—¿Cómo sabes eso?

La pelirroja sonrió, dejando caer el mentón en la palma de su mano mientras cerraba sus ojos:—¡porque hizo un pedido de rosas para ti hace poco! Dijo que era un secreto, así que será mejor que no le digas nada en su reconciliación. ¡Iría muy mal con mi código de discreción!

¿Un pedido de rosas?
¿Para él?
¿Zheng había hecho eso?

Dios, ahora se sentía para la mierda.

Negando, Hades cortó un poco de las ramas que parecían amenazar a las plantas. La expresión de tristeza se apoderaba una vez más en su rostro, haciendo que Perséfone apretara los labios antes de soltar un suspiro, levantándose en busca de una de las macetas para esconderla detrás suyo.

—Sabes, Hades. Soy tu ex novia, pongamosle, pero conozco bien tus sentimientos y sé que no se comparan para nada a los que tuviste conmigo... a él lo adoras.
—A ti también te adoré.
—No, no—el más alto volteó a verla de nuevo. Perséfone estaba sonriendo—yo te gustaba. Pero a él lo adoras; yo te hacía feliz, pero él te hace vivir cada emoción descrita por la psicología. Yo te hacía cuestionarte por qué nada te salía bien, pero él... él te enseñó a verle lo bueno y la belleza a todo. Incluso aquello imposible para cualquier ser humano.

como el café [haqin] Where stories live. Discover now