17 | «Beso»

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Sucedió en una fría tarde de invierno.

Casi seis meses después de su renuncia, las cosas finalmente parecían estabilizarse y lo que para la familia Midori se veía un sueño lejano, lentamente se tornaba en una realidad. Eso ameritaba una celebración, y Reiko quería prepararle una sorpresa a su esposo. Sin embargo, desde la primera hora de la mañana, Yamato tuve una mala corazonada. No había mencionado nada para así no alarmar a su esposa, pero desde hace un par de semanas que tenía la sensación de alguien lo vigilaba.

Que alguien lo seguía...

Siempre supo que por su temperamento tendía a caer en la paranoia con facilidad, pero esto se sentía como algo diferente.

-¿De verdad debes salir? ¿En mi día libre...? -Tomó las manos de su esposa con una suplica.

-Prometo que regresaré antes de la cena -Ella besa cariñosamente su rostro, calmando ligeramente la ansiosa tempestad en su corazón. -, ayuda a Ritsu con su tarea. Pasa tiempo con ella, no tienes idea de lo mucho que te extraña.

Asiente, desenlazando con dolorosa lentitud la mano de Reiko, dejándola ir. Ignorando completamente como se arrepentiría de esa decisión por el resto de su vida.

Esa misma noche recibió una llamada del hospital, Reiko había sido herida de gravedad en su retorno a su hogar. Un accidente de transito, había explicado con brevedad la enfermera. Sin medir los niveles que alcanzaba su ansiedad, tomó su abrigo del perchero con brusquedad, haciendo que este tropezara con un mueble y mandara al suelo el retrato familiar que los exhibía a los tres, sonriendo alegremente. Ignoró el crujir del vidrío de la foto, las preguntas nerviosas de Ritsu y simplemente salió de la casa sin mirar atrás. La fractura en la foto fue una premonición, de la misma forma que el cristal se había roto... su vida se vería fracturada también. Para siempre.

Llegó demasiado tarde.

Su esposa estaba muerta, la noticia lo había aturdido de tal manera que ni siquiera pudo llorar. Solo contemplo su hermoso rostro manchado en moretones, desolado, sintiendo que su mundo se hacía pedazos y sus sueños carecían de sentido. El forense le devolvió las pertenencias de su esposa, dándole sus condolencias con un tono seco, una mirada demasiado familiarizada con la muerte. Reviso el contenido de la modesta cartera, sin saber exactamente que trataba de encontrar con tanta desesperación. Algo que de alguna forma le hiciera creer que todo esto no era más que una fea pesadilla de la que eventualmente despertaría. Sin embargo, solo encontró una factura de la pastelería que a él le encantaba y... una tarjeta.

La sangre en su interior se transformo en hielo.

Reconocería la sencilla sonrisa desquiciada grabada en esa tarjeta en cualquier lugar. La Familia Donquixote, los misteriosos accionistas que se habían apoderado de la empresa en la que solía trabajar. Un frío balde de realidad cayo sobre su cuerpo de golpe, esto no había sido un accidente. Ellos... ¡Ellos la habían matado!

Ritsu... ¡Ritsuka!

Volvió a echar a correr, ignorando el zumbido doloroso en sus oídos, el dolor infernal en sus piernas y el ardor que quemaba sus pulmones.

¿Cómo había podido dejar a su pequeña sola?

Abrió la puerta de un portazo, cayendo en cuenta de que está no estaba asegurada. El interior de la casa estaba frío y completamente oscuro.

-¡Ritsu!

No, no, no, ¡A su pequeña no!

-¡Ritsu! ¡¿Hija, dónde estas?! -Corrió por todo el lugar, registrando cada pequeña parte con locura, sin importarle chocar con los muebles y llenarse de golpes. En poco tiempo, su casa se había sumido en el mismo caos que había en su cabeza. Ella no estaba por ningún lado. Devastado, se dejo caer sobre el piso de rodillas, con la mirada perdida y el cuerpo fatigado.

Law, mi lindo gatitoWhere stories live. Discover now