Espaguetis de gusanos

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Adán.

Es tan difícil comprender la razón por la cual las personas desean reproducirse, muchos dirán que es por amor, pero lo cierto es que en la actualidad es más raro oír que un padre o madre son medianamente decentes que un padre o madre mataron a golpes a sus hijos. La mayoría de personas tienen hijos no por que sienten el "llamado" a la maternidad o paternidad, sino porque un día tienen sexo y ello resulta en un embarazo, otros traen niños al destrozado mundo porque "se supone que es lo que se debe hacer", a veces se tienen hijos para cumplir sueños frustrados a través de ellos, otros por mero aburrimiento, para tener algo a lo cual moldear según su voluntad o porque el aborto es ilegal. Algunos romantizan tanto la maternidad y paternidad que cuando la realidad de esos seres de carne sin dientes e incapaces de hablar por un tiempo los golpea se deprimen profundamente. Muy pocas personas tienen hijos por amor o realmente llegan a amarlos. Desde niño Adán comprendió que sus padres eran el segundo caso, él llego al mundo porque "era lo que se suponía que se debía hacer", cuanta no fue la decepción de sus progenitores cuando descubrieron que no todo era diversión y usar lindos trajecitos en los días de iglesia.

Adán nunca lo entendió, ¿Qué necesidad tenían los adultos de traer al mundo a niños que les desgraciarían la vida y ellos (como venganza) los destrozarían? Sus padres nunca decían eso en voz alta, pero el muchacho sabía lo que pensaban, no era lo suficientemente atlético, brillante o espiritual como ellos deseaban, por eso tuvieron a su hermano, quien logró ser tan atlético como deseaban, luego a su hermana que siempre encabezaba la lista de mejores de su clase. Como si fuera una colección sus padres contrataban maestros particulares y cualquier persona con la que pudieran exaltar los talentos naturales de sus hijos. Ya tenían al hijo deportista y a la hija brillante, solo les faltaba encontrar en qué Adán era bueno. El chico maldecía con fervor el día en que se le ocurrió pedir prestada la guitarra de la banda de su escuela, ya llevaba un tiempo tocando pero no era tan interesante como para que sus padres o hermanos fueran a sus presentaciones, no era una competencia de atletismo o un concurso de deletreo, fue por eso que no le tomo mucha importancia y decidió, ingenuamente, practicar para su próxima presentación en la comodidad de su habitación, era mejor que pasar todo el día en la escuela sin los deliciosos bocadillos que aguardaban por él en la nevera, poco después de empezar a ensayar sus padres estaban en su habitación, alabando su "talento oculto", lo que sucedió después fue malinterpretado como un gesto de amor por el chico, con el tiempo entendió que no era por su bien.

Sus padres contrataron un tutor de musicá, con el cual ensayaba casi siete horas al día, estaba exhausto pero solo deseaba hacer felices a sus padres que no dejaban de alardear del don musical de su hijo. Adán sabía que los dones son regalos de Dios que deben ser usados para exaltarlo, pero no creía que debía ser cada día de iglesia, estaba cansado de ensayar y ensayar, sus dedos se cortaban contra las cuerdas de guitarra, sus dedos se atrofiaban y ya no podía ver más a sus amigos. Pensó que así sería su vida para siempre hasta que encontró a una chica cortando las cuerdas de su violín y un chico dejando caer su clarinete desde el cuarto piso de un edificio que supo que no era el único en una situación similar.

Adán respiro hondo mientras clavaba sus uñas alrededor de sus brazos, retrocedió unos pasos observando con desahucio la enorme puerta frente a sus ojos que parecía negarse por completo a ceder. El chico se giro frustrado, sin saber qué más hacer, pensó en pedirle ayuda a Mustafá, él era el más alto del grupo y de musculatura considerable, pero su amigo estaba completamente desquiciado: miraba hacía una esquina clavando sus uñas en la madera del escenario, comenzaban a partirse y gotas de sangre salían de los dedos del chico.

— ¡Afá! ¿Qué estás haciendo? ¡Te haces daño! — el pelirrojo intento detener a su amigo, pero al dar un paso sintió algo extraño que lo jalaba.

Se detuvo completamente estático en la punta de sus zapatos, con la vista fija en su amigo que con sus destrozadas uñas pellizcaba la madera. Parpadeo sorprendido por aquella extraña sensación ajena, pero se frustro cuando se dio cuenta que no podía moverse, cerro los ojos intentando concentrar su mente y al abrirlos vio que estaba en un lugar muy distinto a la iglesia: era un gran salón de paredes de mármol y suelo de cristal, ventanales dorados de kilómetros de altitud, cortinas de rubíes y espejos de diamantes; Adán miro sorprendido a su alrededor, viendo frente a él un enorme espejo cuyo espacio reflectante estaba hecho por agua flotante que surgía de sus lagrimas y danzarinamente marchaban hasta aquél marco de oro por el cual estaba rodeadas sus lagrimas. El chico admiro su reflejo un rato, disgustado por no saber lo que pasaba, pero toda su atención fue captada por una sombra que caminaba detrás del espejo con sorprendente gracia y agilidad. 

Dos extremidades blancas se asomaron por encima del agua, moviendo sus dedos cual fideos de un lado a otro y doblándolos de forma imposible, estirándose y contorneándose por en medio del agua, y los cielos, llegando hasta la boca del muchacho. Adán contemplo con horror como una figura colocaba una correa entre su boca, obligándolo a abrirla y colocando un embudo en su garganta. Los serpenteantes dedos siguieron su curso hasta llegar al embudo y partiéndose así mismos en pedacitos entraron en la boca del chico, recorriendo con gran gozo el tubo del embudo y admirando la garganta del muchacho, trepando el interior de su boca, llegando hasta sus dientes y enterrándose entre las encías.  

No podía moverse.

Solo podía ver como esos dedos se convertían en repugnantes gusanos naranjas y rojizos que se arrastraban esparciendo su viscosidad en el interior de su boca, saludando burlonamente a un muy asqueado Adán mientras cavaban entre las encías de sus dientes, decidiendo así que ese era el lugar donde deseaban vivir y en donde formarían un prospero por venir.

Por un momento sintió que volvía a tener control de su cuerpo y aterrado saco el embudo de su garganta deteniendo el curso de los serpenteantes dedos que intentaban abrirse paso por su boca, saltó de inmediato frente al espejo de agua, temiendo ver que tan graves eran los daños. Adán abrió la boca con el corazón a mil, le dolía pero el olor nauseabundo y la viscosidad de su boca era más persistentes que el dolor. Hundió sus dedos entre la parte carnosa de sus dientes, comenzando a presionar, enterró sus uñas en la carne y su lengua se agito de forma serpenteante como un gusano, la punta de su lengua acaricio la parte de arriba del interior de su boca, sentía los trozos huecos de carne y como se retorcían los gusanos a través de ellos, un sabor manzanudo envolvió su boca, mientras presionaba más y más.

Finalmente algunos gusanos se rindieron y ondeando frágilmente una bandera blanca se arrastraron lejos de sus encías, descendiendo por sus dientes hasta caer pesadamente en su lengua. Intento expulsarlos en cuanto los sintió pero de alguna manera su boca sola se cerro, quiso abrirla para deshacerse por fin de esas cosas pero al hacerlo algo empujo más de esos gusanos por su boca, abrió los ojos sorprendido al ver al pastor Colleman sosteniendo una cuchara llena de esas horripilantes criaturas, obligándolo a comerlas, cerro los ojos deseando gritar, pero aquella viscosidad en su boca lo asfixiaba. Al abrir los ojos no había rastro alguno del pastor. Pese a ello, seguía sintiendo algo que golpeaba sus dientes hasta aflojarlos, forzando así que abriera más la boca, era como si una mano invisible empujara aquellas viscosas criaturas de sabor a manzana a través de su garganta, sin poder hacer nada más trago. 

Los gusanos se movieron ferozmente en su garganta y cayeron de forma pesada en su estomago. Podía sentirlos arrastrándose en su interior, uniendo sus cuerpos largos y planos, volviéndose uno, en una masa carnuda viscosa y con sabor a manzana. De repente Adán tuvo deseos de vomitar.

El PurgatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora