Tyler y Lucas

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Capítulo 2

—Por favor resiste —comenzó suplicar  un hombre entre jadeos, al ver a su esposa sufriendo.

—¡Ya está saliendo la cabeza! —gritó un enano o un duende, no lo sabían— ¡Su piel es morena como la de su madre!

—¿Lo oíste? Lleva tu piel —dijo aquel hombre, intentando animar a la parturienta.

—Deseo que lleve tu corazón —mencionó ella, jadeando y cansada—, con eso me basta.

—¡Puja! —Gritó aquel enano.

La mujer volvió a gritar, apretando con firmeza las manos de su esposo, hasta que se escuchó algo caer en el balde con agua que estaba abajo.

—¡Traigan más telas y el cordón metálico! —sentenció el enano que se encargaba del parto.

—¿Está bien? —Comenzó a preguntar la madre—, ¡No lo oigo llorar! ¡Mi bebé, mi bebé! ¡por favor!

El padre no pudo evitar asomar la cabeza, intentando descifrar que sucedía que no respondían ni hablaba el enano, y con el sonido de una nalgada, escucharon llorar a la criatura. En ese momento, los corazones parecían relajarse nuevamente. 

—Es un niño —dijo el enano—, acercando el niño hacia los padres, envuelto en una tela.

Todavía tenía sangre en el rostro cuando el hombre lo tomó, pero tanto el padre como la madre se enternecieron al verlo. Y el enano estaba equivocado, la piel era morena sí, pero no era como la de la madre, era más brillante y bronceada, casi como el color de la canela o el atardecer de un cielo despejado. Tenía las orejas puntiagudas, pero no tan largas como las de ella, pero no era humana, y el color del cabello era como el de su padre; sus ojos eran ámbar, pero tan claro como el color del miel.

—Dayami —dijo el padre sin pensarlo—, quiero que se llame así.

La madre miró a su esposo un momento, y asintió con alegría.

—Se llamará Dayami entonces —afirmó ella—, mi precioso chico.

—¡Señor! ¡Viene Otro! —Escucharón rugir a varios enanos al mismo tiempo.

—¡¿Son dos?! 

Se repitió el mismo esfuerzo por parte de la madre, mientras el padre intentaba mecer con uno de sus brazos a Dayami, y con el otro, sostener una de las manos de su esposa.

—¡Es una niña! —escucharon varias voces decir.

Cuando el enano trajo a esta, a diferencia de Dayami, esta tenía el tono de piel del padre, los cabellos de su madre, pero con las mismas orejas puntiagudas. El enano se la mostró a la madre, y esta fue quien habló esta vez:

—Se llamará Yamida —dijo—, es el nombre perfecto para una guerrera.

—Yamida... —el padre sonrió.

—¡Señor! —Escucharon a los enanos gritar, de pronto—, ¡La sangre no se detiene después de cortar los cordones umbilicales!...

***

Con ese sueño, Alexandra y Daniela se levantaron sobresaltada. Estaban sudando, y no porque hubiera calor, sino como si estaban en un sueño que les ocasionaba demasiada ansiedad. 

—¿El mismo sueño? —Preguntó Daniela.

—Sí —afirmó Alexandra, con un mal sabor en la boca—. ¿Crees que los que nos pasa tenga que ver con esto? —Señaló la rosa en su pecho que, hacía un mes que había aparecido.

Almas Salvajes: La Sangre de los Mellizos | Libro 1Where stories live. Discover now