𝕻𝖆𝖗𝖙𝖊 3: 𝕾𝖆𝖓𝖌𝖗𝖊 𝖞 𝖙𝖊𝖗𝖗𝖔𝖗

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Pocas cosas en el mundo conseguían que Badriyah se asustara. Pero lo que presenció esa tarde bastó para dejarla perpleja y aterrorizada. Al levantarse de su sueño profundo encontró los cadáveres de Víctor y su esposa tirados en el suelo de la cocina. Sus cuerpos se encontraban ensangrentados de pies a cabeza, les habían arrancado los ojos al igual que sus dedos.

Parecían masacrados por un monstruo mitológico. La imagen infundía consternación por el estado de los vampiros. La corrupción se propagaba por cada habitación y la sangre estaba acumulada en manchas gigantescas sobre el suelo.

Badriyah se agachó percatándose de algo blanco en la superficie.

Esto es solo una advertencia.

La confusión la embargaba al igual que la tristeza por la muerte de los únicos que habían mostrado interés por su bienestar después de que despertara. La culpa se agolpaba en su pecho de igual manera.

No encontraba solución inmediata para el desastre en el que estaba envuelta. Sin ellos nadie más la ayudaría. Desató los colgantes en forma de cruz de su cuello pero se le resbalaron entre tanta sangre cayendo estruendosamente. Eran rojos porque contenían más sangre en su interior. Pero esta parecía cobrar vida ante la vista de Badriyah quien esperó con paciencia el resultado final.

Un pequeño y peludo cachorro Bichón frisé con un color carmesí muy peculiar y alas similares a las de un murciélago. Adorable y aterrador al mismo tiempo. Sus fanales eran brillantes y emanaba energía. Badriyah se acercó confundida.

− ¿Tú qué eres?

El nuevo inquilino agarró con sus dientes uno de sus dedos extrayendo fluido escarlata. Badriyah pareció no darse cuenta.

−Creo que eres una especie de guardián. ¿Acaso puedes hacer magia?

La criatura no emitió respuesta alguna.

− ¿Quizás quieras ayudarme?

Agitó fuertemente su gran cabeza de un lado a otro.

−En ese caso me ocuparé de este desastre.

Mientras Badriyah fregaba las lágrimas se escurrían por su rostro y decidió incinerar los cuerpos por sus propios medios. Guardó las cenizas en un jarrón vacío que encontró en la cocina.

La vivienda estuvo en quietud. El perro-murciélago seguía cada uno de sus pasos hasta que finalizó al anochecer.

Tanta sangre la había mareado. El reloj marcaba las tres de la madrugada.

Damien no se había presentado en toda la jornada, como si supiera algo.

Badriyah se vistió con un elegante traje negro sin mangas, con escote de novia y varias capas que alcanzaban el suelo. Su aspecto la ayudaba a sentirse poderosa.

− ¿Quieres acompañarme?

Emprendió el vuelo en la oscuridad junto a su peludo amigo que cargaba en el cuello una bolsa que contenía las cenizas de Mary y Víctor. Era más fuerte de lo que aparentaba. Llegaron a una costa cerca de las cuatro de la mañana, exhaustos. Badriyah se sentó en una roca a contemplar la infinidad del mar. Arrojó las cenizas a las olas quienes respondieron tragándoselas con impotencia.

Su acompañante consiguió un lugar entre sus piernas silenciosamente.

Badriyah volvió a llorar sintiéndose vacía y abandonada. Acarició al perro y consideró que era hora de buscarle un nombre.

−Necesito algo que demuestre fortaleza y poder… Medora, es perfecto, te nombrarás Medora.

Medora aulló con fuerza.

𝐋𝐚 𝐮́𝐥𝐭𝐢𝐦𝐚 𝐯𝐚𝐦𝐩𝐢𝐫𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora