Caen hojas

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Jaime Navarro.
-Jaime... Despierta hijo...-dijo mientras movía un poco la cama-

El barbón estaba tirado en su cama, con solamente un bóxer puesto, esto se le había hecho costumbre durante las últimas semanas. También dormir como oso todo el día, era otra costumbre... Bueno cuando podía lo hacía.

-Um... Mamá...-pronunció mientras intentaba despertar- ¿Qué... Qué pasó?

La madre abrió las cortinas y lo miro con cariño.

-Levántese, hijo... Ya le quedan poquitas semanas y termina este año... Tiene que ir trabajar. Ayer me dijo que lo levantará.

-Ya, mamá... Gracias-dijo honesto-

-De nada, Jaime... Te deje comida en el microondas me tengo que ir-dijo para luego salir rápidamente de la habitación-

Para Jaime Navarro la universidad ya había terminado, por lo menos ese año ya estaba listo.
Ahora solo trabaja y trabaja, ¿para qué? Bueno... Se olvida de todo por un momento. Él podría no trabajar como la hacía antes, ya que su madre había encontrado un buen trabajo en la última semana. Pero el barbón seguía intentando mantenerse ocupado.

Se sentó un momento en su cama, estirando un poco los brazos. Tenía sueño. Con su mano froto su ojo izquierdo y suspiro con pereza.
Con gran esfuerzo se puso de pie, para luego ponerse sus cómodas pantuflas.
Bajó al primer piso y comenzó con su estupida y aburrida rutina.
Calentó la comida, prendió la tele y luego se comió la comida mientras veía la televisión. Pero aquí hay un problema, el realmente no veía la televisión... Sus ojos estaban mirándola pero su mente no lo hacía.
Mientras comía... Podía pensar en cada momento con Nicolás,
hasta llegar al recuerdo que más le había partido el corazón. El recuerdo que le decía que no había más oportunidad.
Sentía como una lagrima cayó por su cara. El apetito se había ido, provocando que el alejara su plató porque sin entender la comida se había convertido en lo más asqueroso del mundo.

El recuerdo más triste que tenía, era el que había sucedido hace más o menos un mes atrás, harto tiempo.
Fue algo realmente extraño y confuso para el.
Todavía recordaba el dolor que sentía. Su pecho tenía clavadas y su corazón se agitaba sin entender por qué. También recordaba claramente el portazo y como después el Edgar con él Yelo gritaban, generando que sus ojos se abrieran asustado. Y lo que más recuerda es su conversación con el Edgar.
  '-Jaime, weón-dijo serio y seco, levantando cada vez un poco la voz- Tu no te mereces sufrir por el Nico... ¡Él no te merece! ¡Ese culiao no! ¡Es un maricón!'
'-Pero... Edgar-dijo el barbón asustado- ¿Qué mierda pasó? ¿Por qué dices esa wea?'
'-¿Queri saber, weón? El Nico es un maricon... Yo fui y le conté la verdad, le conté ¡todo! Pero el culiao no me creyó ni una mierda-dijo el ruliento- Yo siendo su mejor amigo, debería creerme. Pero me mando a la chucha... Me dijo que él choreza nunca le mentiría y que él era un santo y toda la wea... En ese momento me dio la caga y le grite que él estaba enamorado de ti, Jaime. Y que yo nunca le mentiría, porque era su amigo... Pero el culiao... Se quedó callado... Yo le pregunte que eligiera, si creía en él choreza o en mi... Y ahí todo se fue a la chucha... Dijo que nunca más en la vida confiaría en tu palabra, Jaime. Que por eso razón elegiría al Choreza porque con el... Él no sufría. En ese momento, yo solo le dije, que estaba equivocado y que nunca más me buscará... Porque yo fui un buen amigo, cumplí con mi deber y le dije la verdad... Pero él no me creyó, él perdió todo conmigo... Jaime... Por favor olvida al Nico'

Navarro sentía como un millón de lágrimas caían... Dolía aún dolía...
Sentía que todo era mentira. El aún no podía creerlo. Era lo peor que le habían contado en su vida...

Eres mi pololo o mi pololo, elige (JaiNico) Where stories live. Discover now