El día de la boda.

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Aitana estaba en su habitación pues la wedding planner se estaba encargando de todo.
No quería seguir dándole vueltas al asunto, no cuando el mundo se le venía encima. ¿Que haría ella casada con Miguel? No lo sabía, y tampoco quería saberlo.
Sólo quería que este día pasará lo más rápido posible porque ya no aguantaba más.
La wedding planner tenía un iPad en la mano mientras supervisaba que todo estuviera bien y en perfecto orden, si por ella fuera le arrancaba el iPad de las manos y la arrastraba de los pelos hasta la salida de su casa, pero se comportó.
-Aitana, tienes que estar lista a las cinco de la tarde, ahí vendrá la prensa para echarte unas fotos y vender la exclusiva en la revista Hello, y después a las cinco y media estarás en el altar del brazo de tu padre.
-Como tú digas.
-Muy bien.
La wedding planner salió de la habitación y en su lugar entró Ana, la madre de Miguel.
La vieja no podía ser más desagradable y falsa, era obvio que estaba de la parte de su hijo.
Por culpa de ella se vio envuelta en aquel maldito contrato, estuvo durante cuatro años aguantando al Chucky de su hijo.
-Querida, espero que estés preparada porque hoy será un gran día.
Aitana le sonrió falsamente igual que esa señora:
-Como usted diga, bruja.
Y cuando Ana se iba a ir se dió la vuelta y le preguntó:
-¿Cómo?
Y Aitana decidió vacilarla un poco, pues necesitaba algo de diversión.
-Que como usted diga, que está usted muy guapa y muy rejuvenecida.
Ana se tocó la cara sonriendo, y Aitana la miró enarcando sus cejas "patética"
-Gracias, querida.
Cuando esa bruja salió de aquella estancia Aitana se miró en el espejo, definitivamente se veía guapa, muy guapa, pues el vestido de corte sirena se amoldaba perfectamente a sus curvas.
-¿Pero que coño estoy haciendo?
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Sebastián se subió por aquel balcón recordando cómo lo había hecho hacia seis meses cuando la secuestró por primera vez, cuando la vio por primera vez, y recordando cuando según la vio se enamoró de ella.
¿Ella aún lo recordaba?
No lo sabía, pero esperaba a que si.
Aitana seguía mirándose en el espejo, quería arrancarse el vestido y salir de allí huyendo. ¿De verdad sería capaz de abandonar aquello y dejar a más de setecientos invitados en una iglesia?
Aitana siguió pensando en ello hasta que una voz interrumpió sus pensamientos.
-Me dijeron que te casabas.
Aitana se dió la vuelta, ¡no puede ser! Él estaba allí, apoyado en las puertas del balcón, allí estaba él, Sebas en carne y hueso.
A ella se le aceleró el corazón a quinientos kilómetros por hora, estaba que se le salía el corazón por la boca, y como pudo le contestó:
-¿Que haces aquí?
Sebas la miró sonriendo, ¡dios! Cuanto echaba de menos su sonrisa, su mirada retándola haciéndole saber que todavía él podría hacerle cosas muy malvadas.
-Verlo con mis propios ojos.
Lo que la desconcertaba es que él no se veía para nada afectado, ¿habrá dejado de quererla? Aitana tembló con el pensamiento.
-Pues muy bien, ya te puedes ir.
Sebastián se acercó a ella haciendo que ésta se pusiera de pies.
-Sabes, cuando pasó aquello que pasó decidí marcharme porque pensé que tú no te merecías a un perdedor como yo, que no te merecías pasar por las mismas desgracias y necesidades que paso yo. Y cuando vi la portada de la revista donde anunciaba que te casabas me enfadé mucho, y pensé: ¡joder, que suerte tiene!
Aitana agachó la cabeza, tal vez no le dejó explicarse la última vez que se vieron.
Aitana lo miró, y él prosiguió:
-Pero la suerte la tengo yo, no él. Porque tú no lo quieres a él, me quieres a mí como yo a tí.
Aitana empezó a ponerse muy nerviosa, y notó que su corazón saltó lleno de felicidad ante su confesión.
-Joder, niña, te quiero, y no sé cómo olvidarte pero has hecho de mi un desgraciado.
Dijo todo eso mientras se le caía una lágrima, Aitana no se lo pensó dos veces y lo besó, si, lo besó con un beso cargado de pasión, lo beso succionando su boca.
Sebastián respondió con la misma voracidad, comiéndole la boca como un auténtico desesperado.
-¡Quítate esta mierda!
Aitana le hizo caso y se bajó la cremallera del vestido desprendiéndose de él quedándose con un corpiño, Sebas la miró hipnotizado y le besó el cuello.
-Joder, como te queda esto.
-¡Cállate!
Sebas sonrió como nunca en su vida, y la cargó llevándola sobre la cama.
La tumbó de espaldas y le quitó las medias blancas, después la desnudó completamente y le besó los endurecidos pezones.
-Joder. Así, así.
Sebas intensificó la succión, y después fue regando suaves besos sobre su estómago.
A Sebas se le vino una idea a la cabeza, y le dijo:
-Voy a guardarme estas medias para que te las pongas luego, como si estuviéramos de luna miel.
Aitana se empezó a reír, él nunca dejaría de ser tan payaso y eso era una de las cosas que más amaba de él.
-Sebaassss
Sebas levantó las manos en señal de paz.
-Vale, vale.
Él le quitó las braguitas plantando un beso sobre su muslo, después barrió con su lengua toda su feminidad.
Aitana se arqueó gritando por ese fogonazo de placer, y Sebas siguió chupando hasta que ella gritó su orgasmo ante la atenta mirada de él.
-Joder, te sigues poniendo tan guapa cuando te corres.
Aitana se revolvió impaciente.
-Date prisa.
Sebas sonrió ante eso, amaba su impaciencia, amaba esa carita que ponía cuando estaba a punto de irse.
-¿Como lo quieres? ¿Umm?
-Fuerte, muy fuerte.
Y así lo hizo, Sebas se introdujo en ella haciendo que ésta soltara un grito fuerte de placer, menos mal que las paredes eran insonorizadas.
Sebas la puso sobre él a horcajadas, batiendo fuerte contra ella, sientiendo como chocaba contra su culo.
Y dios, ella estaba tan apretada, tan lisa, tan bonita que no se podía creer que la tuviera con él de nuevo.
Aitana empezó a ir más fuerte, lo cual significaba que se iría pronto.
-Eso es, mi amor. Fuerte, grita fuerte para mí.
Y así pasó, los dos gritaron su liberación.
Sebas le besó un hombro cuando ella cayó sobre su pecho, y le dijo.
-Te he echado de menos, muñeca.

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