Suaves suspiros y gruñidos salían de aquella cueva. Los Wen habían salido a buscar leña, agua, otros estaban apartados y sumergidos en sus asuntos, por lo que ninguno estaba enterado de lo que sucedía en aquel lugar.
—Wei Ying.
El gemido de Lan WangJi fue algo que hizo sonreír a Wei Wuxian, quien acariciaba el fino cuerpo del segundo jade por sobre las telas blanquecinas y delicadas que demostraban ser.
—¿Qué pasa, Lan Zhan? –el tono juguetón del Patriarca llamó un poco la atención del apenado Lan– ¿Vas a decirme que no es lo que querías?
Y si lo negaba, ¡Wei Wuxian sabía que era mentira? La mano del más alto se deslizó suavemente por el pecho del joven, bajando hasta la cintura, dirigiéndose ahora hacia la entrepierna donde se percató de aquel bulto. Una risita salió de sus labios, mientras las orejas de Lan WangJi se enrojecian, intentando apartar al azabache sin mucho éxito; algo extraño, pues, Lan WangJi era reconocido por ser alguien fuerte y temerario. Si alguien los viese así, al Patriarca acorralando al Lan contra la pared y manoseandolo, podría decirse que es acoso y lo estaría obligando. Sin embargo, es todo lo contrario, ya que Wei Wuxian no fue quién dio el primer paso para que eso sucediera.
>Media hora antes.<
Al llegar a los tomulos funerarios, como solía ser costumbre ahora, Lan WangJi preguntó por Wei Ying. Wen Qing le indicó que se encontraba haciendo sus locuras y experimentos en el lugar de siempre, por lo que no fue problema en hallarlo. Una vez en el lugar indicado, se encuentra con un Wei Wuxian durmiente, sentado y recargandose contra la pared junto sus brazos cruzados. Se le veía exhausto, pero a la vez tranquilo, descansando como si no lo hubiese hecho hace días.
El amuleto prestigio era algo que lograba consumirlo y no quería recibir ayuda de Lan WangJi, algo que al recordar, lo hizo suspirar con algo de desgano.
Acercándose, solo se sentó a su lado, pensando si mejor era irse o hablarle, ¿tocarle el GuQin? Hacerlo sin consentimiento podría molestar a su contrario, y era algo que en esos momentos no quería hacer. Simplemente, permaneció en silencio, dejando escuchar alguna que otra gota que caía del mismo lugar resuene en un eco; cerrando los ojos y meditar un poco en su lugar. Quizás, hablar no, tampoco era bueno, pero ya la compañía del contrario le era suficiente.
El silencio era tranquilo, el suspirar del de túnicas oscuras, algo agitado y calmado a la vez, Lan WangJi no podía evitar verle de reojo, admirando cada facción del mayor.
Sus mejillas, sus párpados decaídos, sus labios, cuello, clavícula y bajando un poco más. . . ¡No! Hánguāng-jūn, ¿qué clase de pensamientos son esos? Se dió una bofetada mental y volvió a suspirar para tranquilizarse. Sin embargo, la mente era traicionera. Tras haber visto los labios ajenos, el recuerdo de haberlos probado en aquella casería lo hizo tragar en seco; sus orejas ya algo rojizas y una expresión apenada se hicieron presentes en el joven Lan, quien regresó su mirar al durmiente Wei Wuxian.
Tenía algo en mente, pero, podría ser arriesgado, ¿se podría? Tocó un poco al de túnicas grisáceas, para ver si despertaba. No fue así, al parecer estaba en un sueño algo profundo e intento apartarlo agitando su mano, como si de una mosca se tratase. Lan WangJi volvió a tragar en seco, acercándose más al rostro del contrario, rozando narices, rozando labios; llevando ambas manos a los hombros del otro y casi subiéndose encima. Ambas respiraciones chocaban el uno con el otro, WangJi estaba algo nervioso, ¿se estaría aprovechando? Pero, solo era un beso, haberlos probado una vez ya fue adictivo y si no volvía a hacerlo podría llegar a morir.
La poca distancia se fue acortando cada vez más, el Lan se animó, dejando los nervios de lado, uniendo finalmente sus labios en un beso, uno tierno, uno dulce, algo inexperto y con un toque fogoso, como si hubiese estado esperando con ansias aquel momento. Más, al separarse luego de un corto lapso, su frente se puso azul y casi no pudo respirar.
