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Junio, 2020
Si Chiara pensaba que estaba siendo el mejor año de su vida; se había equivocado. Hace unos meses se había recibido finalmente de profesora de educación física, siempre le había gustado el deporte y que más quería ella que dedicar su vida a eso. Pero cuando estuvo a punto de salir a la vida con el título grabado en su cabeza, la pandemia comenzó.
El mundo se había paralizado por completo, todos tenían miedo e incertidumbre de lo que sucederia de acá en adelante. Sus dos mejores amigos estaban jugando en Europa, así que hace tiempo que no los veía. Eso la había llevado a deprimirse un poco, pero la llamada que había tenido la noche anterior la animó.
Lisandro y Cristian regresaron a Argentina para pasar la cuarentena en su ciudad, con su familia. Para su suerte lograron viajar antes de que todo cerrara y se volviera un caos. Los extrañaba demasiado, los necesitaba y quería contarles tantas cosas que por teléfono no se podía.
Y habían tantas que ellos no le habían contado a ella.
Claro estaba que estando tan lejos, en un lugar donde no conocían a nadie y se sentía algo solos, buscarían de la compañía de alguna mujer, tendrían citas y saldrían con ellas, aunque fuese algo de una sola noche.
Nunca habían conversado entre ellos sobre los sentimientos que tenían por ella, porque no era necesario. Lo sabían, se sentía en el ambiente y no hacía falta hablar nada, era algo más que obvio y tener una conversación acerca de eso solo podría llegar a arruinar las cosas.
Cristian había tratado con todas sus fuerzas enamorarse de otra mujer o buscar una parecida a ella. En 2019, conoció a Celia, una inglesa de 19 años, jugaba al voley y el la veía todos los días pasar por el predio de entrenamiento. Se acostaron muchas veces, y aunque ella se moría de amor por el, para el morocho era todo lo contrario; no sentía nada.
Porque para el, el amor se relacionaba con el sentimiento de familiaridad hacia algo: Tu país de origen, la comida, amigos de la infancia, recuerdos y complicidad. Todo lo que ella representaba para el. Era la única que lo había conocido como era en realidad, la que lo había visto en su peor momento, teniendo días donde no tenía para comer y su madre hacia de todo para el que pudiera seguir jugando al fútbol. Con la que tuvo su primer beso y la única que le seguía provocando cosquillas en el cuerpo, aún viéndola por foto.
Lisandro, por otro lado, había tenido encuentros con muchas otras mujeres también. Salieron varios rumores de noviazgos pero el siempre lo desmintió, nunca quiso verse involucrado con ninguna. Cuando no entrenaba y jugaba al fútbol, hablaba con Chiara lo más que podía, porque la extrañaba demasiado.
Pero no era suficiente.
Necesitaba tenerla con el, abrazarla, tocarla o dormir con ella. Muchas veces ofreció pagarle el viaje para que ella lo fuera a ver, pero por vueltas de la vida nunca se pudo, así que cuando viajaba a Entre Ríos a ver a su familia, luego iba a Buenos Aires para verla a ella.
