la oración del hereje

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Padre nuestro...
pero no al que distraído mira todo desde el Cielo,
sino al que viendo a sus hermanos pequeños,
perdió sus alas
siguiendo su instinto fraterno.
Santificados sean
los caminos que debiste tomar,
en nombre de una mejor humanidad.
Venga a nosotros, no tu arrebatado Reino,
sino tan sólo un poco de tu bondad,
para que al ver a nuestros hermanos en soledad,
no nos convenza ese cuento del Plan Divino,
sino que nos sintamos hasta el tuétano conmovidos,
y nos movamos a actuar.
Hágase tu voluntad,
y no la de esos seres alados
que fueron creados para cuidarnos,
y olvidaron el verdadero plan;
voluntad para seguir,
para soñar,
para creer
aún, y sobre todo, en momentos de oscuridad
cuando las plegarias aprendidas de la infancia
parecen fallar;
voluntad, más no la del Cielo,
que allí no hay necesidad,
sino en la Tierra
donde escacea el amor, la paz, el pan.
Danos hoy ese pan,
el que alimenta los cuerpos,
el que hace sentir orgullo al padre, a la madre,
y hace crecer al niño,
para que ya no se contente con imaginarlo poder saborear;
y danos también el pan que alimenta corazones,
el que derriba barreras, vendas, puertas, cadenas;
el pan de entendimiento, el pan de la justicia, de la igualdad, de la libertad.
Perdona nuestras ofensas,
las que cometemos por ignorancia,
o cuando nuestro libre albedrío acabamos usando mal,
y también perdona las ofensas que cometen en los Cielos, con esta insignificante humanidad.
Perdónanos cuando en los ojos que lloran
no te vemos;
cuando en la herida que flagela,
no te reconocemos;
cuando humillamos a quien creemos
no merece que lo amemos.
Y así, tal vez, si nos perdonas,
podamos perdonar a quienes nos asfixian el pecho
y nos dejan sin respirar,
porque no se acuerdan,
porque tienen miedo,
porque no perdonan las diferencias
o la debilidad.
No nos dejes, dios caído, caer en la tentación,
líbranos de la maldad... y de la ira celestial,
que el mismo Dios del Cielo, parece que hace tiempo ha perdido la paciencia
con sus hijos más pequeños,
y sólo tú, un caído, lo puede remediar,
pues nos conoces, nos has mirado a la cara
y sabes lo malo que somos...
y lo bueno que somos capaces de soñar.
Lleva esta oración a las puertas selladas del Edén,
quizás a ti, que fuiste su hijo favorito alguna vez,
te acepte, por fin, volver a ver...
En el nombre de todo padre que lucha,
de todo hijo que espera
y de todo espíritu que no se deja doblegar,
Amén.

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