¿Te conozco?

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Aquella tarde de mayo el sol ya estaba por esconderse. Manuel se encontraba en el invernadero leyendo un libro sobre finanzas mientras intentaba hacer memoria de donde conocía a una de las doncellas de palacio, porque por más que intentaba sacársela de la cabeza le resultaba imposible. Lamentablemente él no era consciente del vínculo que existía entre ambos, pero cada vez que se la encontraba por los pasillos, su corazón daba un pequeño vuelco. Por si eso fuera poco, desde que despertó del coma a Manuel le vivían tratando como a un títere, porque Jimena y Cruz se habían inventado tantas falacias que el joven no tenía otra opción que creérselo, ya que no recordaba nada de lo ocurrido semanas atrás de su accidente. 

Como cada día, Jana tras terminar de hacer sus tareas del hogar, se encargaba de regar las plantas de la casa a pedido de Don Rómulo. A pesar de estar todo el día faenando, ella aceptaba sin reproches, gesto que el mayordomo valoraba enormemente.

- Buenas tardes señorito, vengo a regar las plantas como todos los días. Espero no molestar - al ver a Manuel sentado en una de las sillas del lugar sintió como si se le cerrase el estómago, porque cada vez que veía a su amado, esta se estremecía. Nunca había conocido hombre tan apuesto y galante como Manuel de Luján. 

- Para nada Jana, haz tu labor que yo prometo no molestarte - sonrió ampliamente y fingió que seguía leyendo, pues estaba deseando acercarse a ella y preguntarle porque tenía la sensación de que ya se conocían. En cuanto Jana estaba de espaldas, Manuel se levantó y dejando el libro encima de la mesilla se acercó hasta ella tocando con delicadeza su hombro, necesitaba respuestas cuanto antes.

- ¿Tú y yo ya nos conocemos verdad? - la voz de Manuel fue como una caricia al alma para la joven. Se dio la vuelta y se encontró de frente con aquellos ojos verdes que le quitaban el sentido desde hacía meses. 

- Lo dudo señorito, yo llegué hace muy poco a palacio. Quizá crea conocerme porque tengo una cara muy común - nerviosa se sacudía el mandil y le repetía a Manuel el mismo discurso que le había soltado al señor Baeza cuando este creyó reconocerla de algún lado. 

- No te creo, no se porqué pero te noto intranquila, si me dijeras la verdad estarías serena y no me estás dando esa impresión la verdad - Manuel se cruzó de brazos y arqueó una ceja, Jana le miraba fijamente intentando no dejar ninguno de sus sentimientos al descubierto. 

- Está usted equivocado, me encuentro algo agitada porque tengo que terminar mis tareas y sino me espera una buena reprimenda por parte de los de arriba - Jana intentó salir como pudo de aquella situación pero Manuel era más rápido que ella, a lo que la agarró de ambos brazos acercándola hasta su pecho. Cruzando todo tipo de límite entre ellos, ambos podían sentir la respiración tan agitada del otro. 

- Jana dime la verdad, creo que me voy a volver loco. Jimena dice que estamos muy enamorados pero cuando te veo no siento ni un ápice de lo que supuestamente siento hacia ella. Suena muy inapropiado lo que voy a decir... - cogió aire y se acercó a su oreja para susurrarle - pero esos labios tuyos están pidiendo a gritos que los pruebe -  terminó de hablar no sin antes mirar fijamente los labios de la joven. A Jana en cambio, se le iba a salir el corazón del pecho. Pues a pesar de todo lo vivido, nunca logaría acostumbrarse a las palabras tan directas y libertinas de Manuel. 

- No le miento, estoy diciendo la verdad. Por favor, le pediría que no volviera a tomarse tantas confianzas conmigo o sino me veré en la obligación de hacérselo saber a doña Pía - Jana se separó bruscamente de Manuel, no quería más problemas porque bastantes tenía ya. 

- Las cosas de Palacio van despacio -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora