Capítulo 10

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Seguí a Juan Pablo hasta entrar de nuevo al bar

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Seguí a Juan Pablo hasta entrar de nuevo al bar. No había vuelto a tocarme, pero parecía que tenía un imán qué me jalaba hasta él, porque aunque tuviera la posibilidad, no había querido escapar a mi casa como lo tenía planeado.

Mi cuerpo nunca dejó de temblar. Todavía tenía la sensación de su cuerpo tan cerca al mio, de sus labios rozando los míos tan suavemente qué parecía un sueño. Quería volver a tenerlo cerca a mi, poder sentir el dulce contacto de su piel con la mía.

Pero, por su parte, Juan Pablo siguió caminando por el bar hasta quedar en la barra donde trabajo, o más bien, la barra en la que todas las noches iba a visitarme.

Sé sentó en una de las sillas, y con su cabeza me hizo una seña de hacer lo mismo con el asiento a su lado. Y tal como lo pidió, así lo hice.

Mi mirada se quedó fija en la madera frente a mi, pues no quería encontrarme con sus hermosos ojos verdes y perder la poca cordura qué me quedaba.

—Delia— dijo mi nombre de una manera suave, gentil, totalmente contrario a lo que había hecho hace unos minutos en la calle.

Subí mi mirada lentamente encontrando su expresión de tranquilidad. Parecía que de un momento a otro había sido capaz de calmarse, para volver a ser el Juan Pablo que conocía; el dulce chico con el que nunca pensé iba a pelear.

Pero, justo cuando le iba a responder, ella se acomodó a su lado.

De cerca fui capaz de detallarla correctamente. Con la escaza luz del lugar pude notar sus ojos azules, tan azules como el cielo. Su pelo era oscuro, negro que llegaba hasta la cintura. Sus labios eran delgados, una fina capa de labial rojo en ellos.

Era muy, muy hermosa.

—Juan Pablo— la escuché hablarle —¿por qué me dejas sola?—.

Tuve que contener el impulso de vomitar ahí mismo luego de escucharla. Su voz era aguda, tan aguda qué podía asustar a los perros de barrio.

Villa nunca dejó de mirarme, aún cuando tenía una chica colgando de sus hombros.

—tengo que resolver algo, Amelia— le respondió con firmeza. Me sorprendía la manera en la que podía cambiar su lenguaje corporal en tan poco tiempo.

—¿resolver qué, exactamente?— la chica aferró su agarre recostando su cabeza en la de él —¿no prefieres volver conmigo? Estábamos pasando un buen rato—.

Por primera vez, Amelia dirigió su mirada a mi, callendo en cuenta de lo que estaba sucediendo.

—prefieres estar con ella, ¿verdad?— murmuró mirándolo con rabia, llena de furia.

Juan Pablo tomo las manos de la chica que estaban rodeando sus hombros, y con delicadeza las quitó de ese lugar —si, Amelia, prefiero estar con ella. Así que porfavor, te pido que me dejes hablar en paz—.

La chica lo miro asombrada, un rastro de dolor apareciendo por su rostro. Volvió a mirarme unos segundos, y se alejó de nosotros sin decir ni una palabra más.

Villamil soltó un suspiro, y dirigió su mano lentamente a la mia qué está apoyada en la barra. Sus dedos acariciaron mi piel con toda la delicadeza del mundo, como si fuera una muñeca de porcelana; luego, terminó entrelazando sus dedos con los míos.

—no quiero que pienses mal de mi, Delia— dijo en voz baja, todavía mirándome fijamente, intentando entender lo que pasaba por mi mente.

Negué con mi cabeza ante sus palabras —no pienso mal de ti, Villa—.

Él solo sonrió. Mostró esa sonrisa la cual había logrado enamorarme. Su sola presencia lograba causarme cosas que ni yo misma sabía explicar; me daba tranquilidad, alegría, ansiedad, emoción...

Pero, aunque estuviera en paz a su lado, había algo que no dejaba mi mente tranquila.

—¿puedo preguntarte algo?— dije mirando nuestras manos entrelazadas.

—lo que sea—.

Subí mi mirada de nuevo, encontrando sus ojos llenos de insertidumbre —¿quien es ella, Villa?—.

Él soltó un suspiro agotado, encontrando las palabras para responder —ella es Amelia, una chica que conoce la novia de Martín— empezó a explicar —querían presentármela para ver si lograba olvidar a mi ex; pero lo que no sabían, es que alguien ya lo había logrado—.

Sus ojos se clavaron en los míos, su cuerpo se acercó un poco más al mio, mientras que sus manos no dejaban de dejar dulces caricias en las mías.

—quiero ser completamente honesto contigo, Delia— habló con seriedad —desde la primera noche que llegué a este bar no he logrado sacarte de mi mente. Y no sé cómo lo hiciste, porque de alguna manera, has logrado sanar la herida que tenía. Y no quiero que pienses que hoy no quería hablarte o que no me importas, porque cuando entré quería intentar no pensar en ti y estar con Amelia; pero te vi con Isaza, no pude contenerme y fui detrás de ti—.

Mis labios no pudieron evitar formar una sonrisa ante sus palabras. Él sentía lo mismo que yo, él me quería como yo lo hacía. Parecía un sueño demasiado bueno y nunca me quería despertar.

Tal como Villa lo había hecho, corrí mi cuerpo hacia él, logrando qué nuestros rostros quedarán a una distancia bastante corta —tampoco he dejado de pensar en ti, Juan Pablo—.

Note como intentó reprimir una sonrisa, apretando mi mano con suavidad demostrando su alegría.

—yo también tengo una pregunta que hacerte— empezó —¿que pasa entre Isaza y tú?—.

Esa alegría que él me había causado se desvaneció un poco por su pregunta. Me había olvidado completamente de la existencia del chico de sombrero —estaba intentando calmar mis pensamientos luego de verte con Amelia— admití —pero no siento nada por él, de hecho acepté su invitación por no ser mala persona—.

Esta vez Juan Pablo no logró esconder su sonrisa. Soltó nuestro agarré para pasar su mano a acariciar con la misma suavidad mi rostro. Mis ojos se cerraron ante el contacto, era tan hermoso que parecía mentira.

—estoy loco por ti, Delia— murmuró. Apreté mis párpados con fuerza ante sus palabras, intentando asegurarme que no estaba soñando.

Lo mire de nuevo, su rostro mostrando absoluta adoración mientras me observaba. Soñaba con verlo mirarme así, no pensé que fuera posible, y aún así, lo estaba haciendo.

Junté mi frente con la suya, quería que supiera que sentía lo mismo por él; qué estaba locamente enamorada de él y su forma de ser. Levanté mi mano, y entrelace mis dedos en su suave cabello castaño.

—tengo miedo de lastimarte, Delia— dijo tan suavemente qué pensé estar imaginando sus palabras.

—entonces no lo hagas, Juan Pablo— le respondí de la misma manera —estoy enamorada de ti. Dime que puedo ser tuya y lo voy a a ser, solo pídelo—.

Y así, nuestros labios se juntaron por primera vez. Su mano se quedó posada en mi mejilla, mientras que la otra se dirigió a mi cintura para acercarme un poco más a él. Dejé qué mis dedos se perdieran en su cabello, dejando suaves caricias en este. Nuestros labios se movieron lentamente, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Su beso era dulce, apasionado, demostrando que sus palabras eran completamente reales.

Me sentía en el cielo, en un sueño demasiado bueno para ser real.

Juan Pablo Villamil era demasiado bueno para ser real.

Tuya ↡ Juan Pablo Villamil Where stories live. Discover now