La Muerte Chiquita

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17 de Octubre 🪦

El sonido de las uñas chocando con el cemento y las suelas detrás de estos se oían por la calle, iluminada por la anaranjada luz del sol en la hora de oro de la tarde.

Lionel se encontraba paseando a Ricitos a solas por las calles del pequeño pueblo, siendo guiado por el perro la mayor parte del tiempo.

No había alcanzado a entender como pensaba el can, pues era tan distinto a todos los otros perros de las calles, no solo por apariencia, sino por como actuaba. Podría ignorar un parque que cualquier otro animal adoraría para explorar, y elegir quedarse dentro de casa, o en este caso, dirigirse a toda prisa al mercado del tunel.

-Dios Ricitos, toma el paseo con calma, que el pueblo no se mueve de lugar- El arnés apenas contenía la emoción del perro cuanto más estuvieran cerca de aquel lugar. Su cola no paraba de moverse de un lado a otro cuando empezaron a verse la gente de los puestos.

Con gusto saludaban al animal y a Leo, Ricitos parecía la celebridad del pueblo por como la gente le saludaba, e incluso regalaba pequeñis trozos de comida para consentirlo. Pero al parecer aquel can tenía un lugar en mente a donde ir, que ningun pedazo de comida le haría distraerse.

-Pero es que vos a dónde querés ir? No podemos tardar mucho, que no me gusta volver de noche- No sabía si el perro no le entendía o decidía ignorar sus palabras al seguir caminando y abriéndose paso entre la gente junto al chico.

Los puestos empezaban a disminuir en cantidad conforme iban avanzando por lo largo del tunel, quedando algunos pocos que solo vendían flores o artilugios religiosos.

Aun así el perro no se detenía. Caminaron hasta llegar a las rejas del panteon y aún asi Lionel seguía siendo jalado por el animal.

-Bueno, si querés irte a ver alla ve, pero no vayas a mear en alguna tumba, oíste?- Le quitó la correa para que el can fuera e hiciera lo que tanto quería al llegar hasta aca.

Messi lo siguió con la mirada, caminando cerca de él cuando se iba muy lejos. Aprovecho el tiempo para conocer más aquel cementerio, perdiendo de vista las tumbas que se extendían hasta las rejas que apenas y se veían a lo lejos.

Pasaba sus ojos por los frondosos arboles que parecían abrazar una tumba con sus ramas, cubriendo la lápida con su tronco a simple vista, teniendo que rodear el roble para apreciarla.

Leo se encontraba rodeando dicho roble para seguirle el paso al perro cuando vió una silueta recargada en el tronco del arbol.

El chico del puesto de flores.

Trago en seco cuando reconoció al chico, volviendo a ver esos rizos cafes que podría reconocer en cualquier lugar. Empezó a sentir una sensación caliente que se extendió desde su estómago hasta su cara. Ya comenzaba a acostumbrarse a ese sentimiento que no le dejaba en paz.

No tenía idea de como empezar a hacerle práctica al chico que aún no se percataba de su presencia, por lo que recurrió a toser un poco para hacerle voltear.

-Hola... Nos vemos otra vez, huh?- La sonrisa de Lionel se agrandó cuando aquel chico se volteó a verle, con esos ojos tan grandes que parecían iluminarse mucho más por como la luz anaranjada del atardecer golpeaba en ellos.

-Y en mejor companía esta vez- El chico vió al perro que acompañaba a Lionel a lo lejos.

-Yo... Quería saber como se llama vos? No pude preguntar esa noche- La sonrisa cálida del mexicano calmó los nervios que tenía Lionel. Este vió como el chico extendió su mano hacia él, tardando un poco en reaccionar para estrechar su mano de vuelta.

-Soy Guillermo, pero mis amigos me dicen Memo-

-Lionel Messi, un gusto Guille- Leo sintió un escalofrio en cuanto sus pieles volvieron a tocarse, fue como si el chico le hubiera arrebatado esa sensación que siemore se originaba en su estómago por arte de magia, como si su toque fuera un calmante para su cuerpo.

-Qué te trae por aquí Leo?-

-Vengo a visitar el hogar del novio de mi mejor amigo, estoy en unas pequeñas vacaciones- Un leve tartamudeo salió de los labios del argentino, siendo tomado por sorpresa por la voz de Guillermo al estar concentrado en las sensaciones que le hacia ya no sentir. Era raro, mas no le incomodaba para nada.

-Pues lamento que en tus primeros días aquí casi te hayan asaltado, no fue una muy buena impresión, no?- Este le sacó una pequeña risa al argentino, que de no ser por el atardecer, su piel se vería mucho más roja de lo que aparentaba.

-Lo bueno es que vos me salvaste de recibir unas piñas esa noche-

-No fue nada Leo, además que tienes a este pequeño para cuidarte en mi lugar- Como si le estuviera llamando, Ricitos llegó hasta donde se encontraban los dos chicos hablando, séntandose entre los dos. Guillermo le acarició su cabeza y se sentó en una de las raíces del roble.

-De casualidad, vos no estuviste hace dos días por Cuernavaca?- Leo les siguió y tomo asiento a lado del chico, tratando de ser lo más casual posible y no avergonzarce a si mismo.

-De hecho si, fui por unos asuntos de mi papá, por?-

-Ah, es que yo creí haberte visto por allá- Leo dirigió su mirada al suelo, sintiendo los ojos de Memo sobre él, pero sintiéndo mucha pena como para verle de vuelta.

-Que pequeño mundo es, a la próxima me saludas, sin pena eh?-

Leo sonrió y asintió, estando en un cómodo silencio con el chico, mirando el lugar junto con él, disfrutando de la compañía del otro y del perro.

Planeaba pedirle que le acompañara a la caminata de vuelta a la casa de Andrés, para pasar un poco más de tiempo con él, y tener la excusa de llegar y decir que tomó un camino largo para pasear con Ricitos.

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Alv me estoy medio durmiendo mientras escribo esto

Yomen su scnak de media noche

Ya me voy s deormkr

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-Edah

El Día Del MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora