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Silver ha subido una montaña abarrotada de césped donde tanto a los laterales como al norte siguen habiendo colinas. El can parpadea intentando soslayar la luz del sol luego voltea hacia enfrente encontrando una caverna. Silver olfatea el terreno que pisa. Discierne el nauseabundo olor del murciélago canoso y, poco a poco, avanza hacia la cueva. La poca cordura restante en Silver le permitió no morder a nadie y esconderse de las personas, es la primera vez que huye de los seres a los que tanto le gustaba acudir.

Ahora no pisa terreno más bien pavimento rocoso de textura llana, tersa y fría. Sus garras de reducida longitud raen el suelo con cada pisada creando un mínimo sonido de presencia. Se detiene al comienzo de la negrura donde se refugia algo más. Algo mucho más enorme que el murciélago. Cuatro puntos rojos emergen de la oscuridad todos siendo ojos de dos criaturas: una más pequeña y al parecer colgando del tejado mientras que la otra está situada en el centro de la cueva.

Gruñidos lúgubres rodean los ojos. La criatura más grande eleva todo su cuerpo y sale a la luz exponiendo qué animal es: Es una rata gigante. Una rata del mismo tamaño que un oso. Su pelaje corrompido es marrón y su hocico tiene trazos de sangre esparcidos. Ha sido infectada por la rabia e inclusive, científicos parecen haber experimentado con ella pues ninguna rata es tan colosal como esta, se asimila a un titán.

Abre el hocico mostrando sus cuatro incisivos filosos y gruñe ocasionando un fuerte retumbar de viento que Silver mismo debe resistir por mantenerse donde está y no irse con el mismo. Silver se cabizbaja cerrando ambos ojos seguido se escuda dándole el cráneo a las ráfagas de viento. Cuando la ventisca culmina, él endereza la cabeza mirándolo feroz. Ocurrirá una guerra... Entre animal y animal, si es que Silver no pierde la cordura mientras tanto.





Foei está en aquella habitación del almacén cabizbajo pensando en su esposa e hijos

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Foei está en aquella habitación del almacén cabizbajo pensando en su esposa e hijos. Las chicas siguen unidas aunque no se conozcan y miran a los lados incómodas de no tener la ropa adecuada como para estirar sus huesos aunque sea un poco. —Mi esposa debe estar preocupada... — Suspira el único casado de la habitación.

—¿Tienes hijos? — Pregunta Tu.

—Sí. — Da una contestación apenada.

—¿Ellos no se preocuparán por ti?

—Seguro no hasta que pase un día entero, máximo. — Informa mirando mal la pared de enfrente ahora que piensa así de sus hijos. —Pero es porque son pequeños. — Forma una sonrisa labial esperanzadora.

—Oh. — Tu dice. —¿Ustedes tienen quién las espere en casa?

Las chicas la miran, preocupadas. —Mis padres sí me esperan. — Informa la de baja estatura.

—A mí mis abuelos. Espero que estén bien, ayer solo recuerdo salir a botar la basura de nuestro restaurán cuando todo se tornó negro y adivinarán el resto. — Dice Janhae.

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