Capítulo 35. | Títeres

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| La mejor jugada del diablo fue convencer al mundo de que no existía |

Velkam Iacob.

— Para eso está la boda. Una alianza. – Dejó caer Bastián. – Enzo me dejó claro que no quería más problemas.

Me encogí de hombros.

— Enzo tiene más de una máscara. ¿Crees que una persona que es capaz de vender a su propia hermana puede serte leal? – Repuse. Bastián se removió incómodo, le había hecho pensar. Mi yo interior estaba increíblemente excitado.

— ¿Qué sugieres? ¿Matarlo antes de la boda?

Varios de sus hombres levantaron la cabeza dejando la partida a medias. Cezar también me miró.

Negué. — Matarlo «en» la boda. – Hice énfasis en la palabra. – ¿Quién sospecharía de tal enlace?

Bastián se llevó la mano a la barbilla, pensativo. Uno de sus hombres vestido con un traje marrón se acercó a él y le susurró algo al oído. Éste asintió lentamente.

— Me interesa. – admitió. – Con Enzo Di Ángelo fuera del mapa y la mano de Zara, conseguiré que mis territorios se expandan.

Sonreí. Semilla enterrada.

— Sin olvidar mi porcentaje. – Inventé. Tenía que asegurarme de que él creyese que lo hacía por pura codicia.

Asintió.

— Os daré a los dos una gran suma. – Hizo una pausa. – Cuando completeis el trato.

El hombre de antes le tendió un cuchillo a Bastián y éste se rajó ligeramente la mano.

— Por lo pronto, será sellado con un pacto de sangre.

Caminé hacia Bastián el cuál me tendió el cuchillo y sin ningún pudor me hice un corte en la palma bajo la mirada de todos. Mi hermano estaba apretando la mandíbula, sabía que un pacto de sangre dentro de la mafia conllevaba a un compromiso moral muy extremo.

— Hagámoslo entonces. – Dije. Observé como la sangre corría y como en un apretón ambas se fusionaron en una promesa invisible.

Lo que no sabía es que yo había nacido para hacer las reglas y romperlas. 




Zara Di Ángelo.

— ¡Otro premio! – gritó Louis. El francés ya llevaba veinte mil euros.

Habíamos estado un buen rato en las máquinas tragamonedas, las cuáles tenía que decir que eran solo para sacarte el dinero. Y ahora estábamos en la ruleta, había perdido dos y Louis las había ganado.

— Deberías echar la lotería. Tienes buen ojo para los números. – Dije mientras mi visión se tornaba ligeramente borrosa. Había bebido más de lo normal.

— Tengo buen ojo para los números pero no para el amor. – Se lamentó. – Aunque bueno, con el dinero que gane podré cumplir uno de mis grandes sueños. – Los ojos comenzaron a brillarle.

Lo miré interesada.

— ¿Cuál es?

— Quiero construir mi propio colegio para niños y niñas que no pueden costearse una educación. – explicó arrastrando las palabras. – no quiero que tengan la infancia que tuve yo, ¿sabes?

Asentí consternada. Cada vez que Louis me contaba algo de él me sentía mal, por lo que entendí que no tuvo una vida fácil.

— ¡Pues ganemos más dinero para hacer realidad tu sueño!– Gritó alegre Minerva.

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