49

308 51 21
                                    

EPISODIO 49:
ave fenix

        —HERA. ¿HERA, ME OYES?

Las sábanas son gentiles contra mi piel. Su tacto suave y sedoso contra mi cuerpo como si de alguna manera fuese consciente del ardor que sacude mi anatomía. Siento mi garganta temblar, en un balbuceo inconsciente e incoherente. Mi murmullo ronco alterando al hombre junto a mí.

—No te muevas. Tengo que avisar a Lorenzo.

Pestañeo. Mis párpados sintiéndose pesados sobre mis globos oculares. Siento la punta de mis pestañas rozar mi piel, y mi lengua seca y rasposa como si hubiese dormido con la boca abierta. Solo percibo la voz familiar, y un olor masculino impregnado en cada mueble y objeto. Mi propia piel incluso parece haberlo aceptado como suyo, quizás producto de haber estado atrapada entre las sedosas telas durante lo que parece ser una eternidad. Su voz es acompañada por el sonido de sus pies descalzos contra las tablas de madera que crujen en ciertos puntos. Lo escucho hablar pero no comprendo sus palabras. Su pulgar trazando círculos en mi muslo por encima de la tela me distrae. Su tacto se siente como una quemazón que opaca la sangre burbujeante en mi cuerpo. El picazón en la punta de mi nariz que amenaza con hacerme estornudar, casi como si fuera una reacción alergica a la magia. Como un buen fármaco, su poder pronto influye sobre mí cuerpo, arrastrando consigo el dolor de mis músculos agarrotados.

—Bienvenida, Hera Lightwood —el acento español se cuela entre las sílabas.

Me remuevo, sintiendo los efectos secundarios de permanecer por tanto tiempo inmóvil. El cansancio se aferra a mi con uñas y dientes, y amenaza con arrastrarme al mundo onírico un par de veces más hasta que una mano fría se abre espacio entre mi nuca y la mullida almohada de plumas.

—Bebe un poco, te sentará bien.

Con los ojos entrecerrados, permito que peguen el filo del vaso a mi boca. El agua está fresca, y probablemente nunca antes he disfrutado tanto de un vaso de agua como ahora. El líquido incoloro lubrica mi garganta, y como si Lorenzo hubiese utilizado un hechizo sobre mi, me siento relativamente mejor. Cuando un par de gotas se escapan por las esquinas de mi boca, otra mano fría se encarga de secarlas con el dedo pulgar. Un tacto suave y delicado contra mi labio inferior, antes de alejarse de mí.

—¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?

Los últimos recuerdos que conservo, todavía no han sido procesados y mucho menos asentados en mi cabeza. Por ello, me declino ante una pregunta más suave cuya respuesta podré manejar y asimilar de mejor manera.

—Dos semanas —es el brujo quien responde, tras titubear—. Es bastante tiempo, pero teniendo en cuenta que has vuelto a la vida, mejor no quejarnos.

Distingo sus siluetas difuminadas. Sus cuerpos a contra luz suponen una cálida bienvenida. Estuve dormida durante dos semanas, y aún así siento que podría dormir de tirón durante otras dos más. Lorenzo me revisa como lo haría un doctor cualificado. Me hace preguntas sencilla que no toman demasiado esfuerzo responder. De todas formas mi lengua se siente pesada dentro de mi boca, y respondo con lentitud. A diferencia del brujo, Alexander permanece callado. Su pose habitual de brazos cruzados, esos ojos que siguen de cerca cada movimiento que realizan las manos del brujo, cauteloso, alerta. Como si de pronto, Lorenzo no fuese alguien de fiar.

—Alexander.

Sólo entonces sus ojos mieles me miran. Alivio, decepción, esperanza, traición. Un manojo de sentimientos que me quitan la respiración y alteran mi pulso. Siento su dolor. Un dolor que yo misma he provocado como consecuencia de mis decisiones pasadas.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 13 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

AlecWhere stories live. Discover now