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Ni bien llegó a su morada, aquella blanca casa de dos plantas con una inolvidable puerta amarilla al final del adoquinado, Riki se despojó de todas sus pertenencias... Y bueno, con mucho cuidado depositó el paraguas de My Melody junto a los que se encontraban en la entrada junto a la puerta.

Con pasos rápidos fue en busca de la única mujer -o persona en general- que podría animarlo en esos momentos, con la cual podría desahogarse, y la cual se encontraba luchando contra la terca estufa que parecía no querer ceder el paso del gas para ser encendida.

La de largos cabellos negros reconoció al instante las pisadas en la casa y cuando las mismas se oyeron cercanas, saludó al dueño de estas sin separar la vista del aparato disfuncional.

— ¡Ey, Kiki kun! ¿Qué tal la escuela? Estoy desde hace como media hora batallando con esta chata-

La mayor gue interrumpida por unos brazos que sin aviso previo se colaron a su alrededor, con una leve fuerza, y una suave cabellera rubia asomándose desde abajo. Correspondió el abrazo sin decir nada porque realmente lo disfrutaba y por el agarre del menor podía intuir lo necesitado que estaba del mismo.

— Konon saaan~ —sollozó Riki sobre el pecho de su hermana mayor, buscando calma en el dulce olor a durazno de su colonia y la cálida sensación que le brindaban sus abrazos.

— ¿Kiki? ¿Pasó algo? —el menor soltó otro sollozo lastimero mientras asentía, se separó un segundo a frotarse las pequeñas lágrimas que se habían formado en sus ojitos marrones gracias a la desesperación y volvió a undir su rostro en el acogedor abrazo que le daba la mayor.— ¿Tus calificaciones están ya demasiado mal? ¿Alguien te molestó? ¿¡Debo ir a golpearle?!

Riki negó rápidamente, frente a una preocupada Konon que también comenzaba a desesperarse de ver a su querido hermanito llorando -aún si se llevaban apenas un año-, pues este era la persona más preciada en su vida, verlo mal siempre la descolocaba un poco.

— N-no, no pasó nada de eso... —el rubio terminó de romper el abrazo limpiando las últimas lágrimas bajo la atenta mirada de su hermana que parecía estar lista para salir a cometer un crimen de odio.— Solo... Ay, Konon san, es que yo...

— ¿Qué? ¿Qué te pasó? Estas algo muy caliente también, ¿pescaste un resfriado y te sientes mal por ello? —preguntó la mayor calmándose gradualmente en lo que su hermano parecía pensar sus palabras.— Nishimura Riki, ¿cuántas veces te he dicho que no por nada tienes una bendita aplicación del clima en tu teléfono para que evites estas co-

— ¡Jungwon se me declaró!

Soltó así sin más, importando poco que haya interrumpido ya por segunda vez a la chica y esta ahora si que cambió abruptamente su expresión a una de confusión.

— ¿Qué...? Espera... ¿¡QUÉ?!

— Uhm, si... Y yo a él, pero salí corriendo como un cobarde y bueno... Me traje su paraguas conmigo, ya sabes...

— ¡SANTO CIELO, RIKI! ¡J-jungwon, Yang Jungwon, se te declaró! ¡Con el ai ai gasa! —exclamó emocionada Konon para ahora ser ella quien apretujaba a su hermanito en un fuerte abrazo casi sin dejarlo respirar, Riki tuvo que hacer un pequeño esfuerzo para soltarse un poco y volver a hablar.

— S-sí, mhm, creo que eso fue lo que dije

— Pero, es que, wow, ¡simplemente wow! Sí, todos sabiamos que era obvio que también le gustabas... Aunque nunca, jamás, de ninguna forma me imaginé que sería el que se declare primero, ¡y vaya forma!

Konon daba saltitos de la emoción sin soltar al menor. No era ningún secreto para ella los sentimientos que su hermano sentía por el castaño de rasgos felinos, de hecho que el mismo chico había logrado percibirlos como algo más allá de amistosos gracias solamente a la pelinegra, quien le insistió día y noche sobre las actitudes de típico adolescente enamorado que tenía siempre que el mayor estaba cerca. Desde el impulso de tener todo tipo de contacto físico con este, hasta el como no podía contradecirlo, apartarlo o siquiera señalarle algún defecto. A ojos de Riki, en Jungwon se encontraba un ramo de flores con los significados más poéticos y encantadores que se pudiesen rebuscar. Moría por esos hoyuelos y boquita de algodón.

Todo lo que había pasado en las últimas horas seguía sitiéndose tan irreal para el rubiecito. Su piel todavía cosquilleaba y su mente no parecía querer quedarse quieta un segundo que volvía a reproducir una y otra vez la escena con Jungwon, llegando a exagerarla un poco, todo por la gran emoción en el corazón de Riki.

Su hermana, ya luego de haberle dado su buena dosis de chisme con respecto a la situación que había vivido con su amor -aparentemente correspondido-, no demoró en forzar a la vieja estufa a funcionar para con entusiasmo prepararle su bocadillo favorito. Unos chocolatosos taiyakis que no duraron más de cinco minutos en el plato.

Riki mentiría si no dijese que se sentía el chico más afortunado del planeta, ¡por dios! ¡Le gustaba a Yang Jungwon! El mismo Jungwon que conoce desde preescolar, que le llenaba el pelo de las margaritas que encontraba en el jardín de su escuela primaria, el que no dudaba en darle su almuerzo o cuidar de él desde que empezó la secundaria. Sí, era totalmente imposible no enamorarse del mayor, al menos para él.

Pero cuando había pasado toda su vida viendo sus acciones como puras muestras de afecto que no iban más allá de la amistad, ahora que las analizaba con otro enfoque, uno donde el castañito se dedicaba tanto a él con fines igual de románticos, el rubor subía desde las puntas de sus pies hasta sus abultadas mejillas que se empapaban de lágrimas de felicidad.

Riki sentía que podría gritarle por toda la noche a la almohada lo mucho que amaba a Yang, porque ahora todo parecía crecer con cada segundo que pasaba, recordando su gesto, recordando el tierno abrazo que le dió antes y fantaseando con los mil escenarios donde Jungwon se convertía en realmente lo que siempre había querido que sea; su pareja. Por fin recuperar la costumbre de darle besitos como cuando eran pequeños, sin la sensación de que sea indebido, conducirlos a otros lugares que no sean solamente sus mejillas, que Jungwon le brinde mimos por horas y horas en las que moría por fundirse en sus brazos.

Mañana esperaba ser quien dé ese paso con el mayor, cumplir su deseo más grande y ya después ir por los más pequeños, teniendo todos esos momentos especiales con Jungwon.

— Está fantaseando demasiado... —susurró la menor de los Nishimura, Sola, observando a su hermano dar vueltas y vueltas en su cama, junto a ella su otra hermana, que ya le había puesto al tanto de todo lo que sucedió ese día con el rubiecito.

— Sí pero es tan tierno, Sola chan~ No puedo esperar a que venga Won a decirnos que ahora son noviecitos y pillarlos dándose amor, llevan suprimiéndose tantos años que ya estaba perdiendo la esperanza

— ¿Tierno? Pff, son ridículos. Si yo me llegase a poner así por un chico, te pido desde ya que me acomodes la cabeza con una sartén si es necesario

Konon le dió un codazo a su hermana mientras negaba y terminaba de cerrar la puerta de la habitación del chico, obligándola a volver a bajar con ella para darle su espacio de seguir navegando entre nubes. Mientras que tenían su tarde de chicas viendo una animada película y, aunque una de ellas no quiera admitirlo, deseando lo mejor para el comienzo de la vida amorosa de su hermano.

ai ai gasa ; wonkiWhere stories live. Discover now