Capítulo 1

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Parte 2 : NO LLORES SOBRE LA LECHE DERRAMADA

Revisó por cuarta vez consecutiva la dirección que le envió el joven alfa, sin embargo, solo habían rastros de su mochila llena de cosas y un tenue aroma picoso. Picoso, un aroma muy similar al celo de un alfa, combinado con un poco de dulce dándole una señal de que un repentino celo empezó. Estaba preocupado, mucho a decir verdad, el hecho de recibir un pedido de ayuda y luego, pum, que desaparezca no era nada normal. Caminó por los alrededores buscando nuevas pistas de su paradero, encontrando algo que lo alertó en demasía, sangre, trozos de un escudo roto y pequeños fragmentos de armadura esparcidos, pero había un olor más entre todo aquello, un olor rabioso que reconocía de alguna parte.

Recogió las cosas de su joven amigo y siguió aquel aroma, pero con cada paso, la situación a su alrededor empeoraba. Pasaron de haber simples gotas o manchitas de sangre, a haber pequeñas lagunas ya infectadas por insectos, los pequeños trozos de armadura brillante ahora eran pedazos de armadura, la pechera tirada por tajos, los zapatos más adelante entre los arbustos, el casco era simple polvo y ni mencionar los pantalones, en las cuales se marcaban arañones profundos... arañones, visualizo mejor su panorama, viendo más garras tatuadas en los árboles, ramas cortadas e impresas entre algunos trozos de la armadura del joven alfa.

-Oh, no... -susurró, como si temiera ser escuchado y delatado por el suave viento, quien revoloteaba a su alrededor de manera suave y tranquila, llenando sus fozas nasales de aquel aroma salvaje y agridulce, aquel aroma que invadía todo a su alrededor, aquel que opacada las leves feromonas del castaño.

Y lo que nunca imagino llegar a presenciar, apareció. Delante suyo, no a muchos metros de distancia, estaba aquel ser de cabellos oscuros, aquel híbrido de oso, aquel chico que vio crecer estaba delante suyo, con los pantalones en los tobillos, la camiseta jaloneada y llena de rojiza sangre, gruñendo mientras repetía movimientos pelvicos un tanto rápidos, sosteniendo entre sus garras sucias un cuerpo, un cuerpo de piel algo tostada, desnuda y sangrando por diversas zonas que preferiría no describir, aquel cuerpo inerte que estuvo buscando, aquel ser al cual fue a salvar, estaba ahí, sucio, manchado y sangrando, tirado entre tierra y flores muertas, mientras un monstruo profanaba su tiezo cuerpo. Dejó caer la mochila de su amigo, temblando de ira e impotencia por haber demorado en llegar al lugar, si tan solo no le hubiera pedido ayuda en la búsqueda de material, si no se hubiera quedado hablando un momento más con aquel semidiós, si no, si hubiera visto las fechas en su calendario, si hubiera prestado más atención al salvaje híbrido que aún no sentía su presencia, quizás, tan solo quizás, hubiera evitado aquello. Pero el hubiera no existe y en el pasado no puedes volver a escribir, ya todo estaba hecho y debía de aguantar el peso de aquello.

Cerca a sus pies se encontraba un pedazo de tronco con los pantalones del castaño alfa enredados, quitó sin querer ver la prenda ensangrentada, tomando entre sus fuertes brazos el pedazo de abedul, acercándose al híbrido por la espalda, aguantando la respiración y las pequeñas gotas de agua salada que querían escapar de entre sus orbes. El olor a sexo era fuerte y territorial, tanto que el olor del otro alfa ya ni se llegaba a apreciar, ni una pizca.

Dobló la cadera, arqueo los brazos, flexiono un poco las rodillas y separo ambas piernas, y giró, golpeando con el trozo de abedul el cuerpo del alfa dominante, lo suficientemente fuerte como para dejarlo noqueado un par de horas. El desmayado cuerpo cayó a un lado, sangrando un poco por la cabeza mientras un fino hilo de sangre caía por su frente. Respiró profundo luego de aquello, inhalando las feromonas del dominante y dejando caer una lastimada lágrima por su mejilla, mordió su labio inferior y soltó el tronco, cerró los ojos con fuerza y estuvo a poco de gritar, de gritar por la crueldad de aquel universo, por la maldad que abundaba en aquel pequeño pueblo, por la desdicha del muchacho y por el enojo que sentía por todo aquello. Botó el aire oprimido de sus pulmones, limpió el resto de lágrimas que pintaron de estrellas sus mejillas, volteó su mirada al cuerpo frío del alfa lastimado. Y pudo apreciarlo mejor, pudo tirar sal a la herida cuando vio con detalle su cuerpito.

DELTA [Spiderbear]Where stories live. Discover now