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Adrien

Marinette se rio cuando entré en la habitación del hotel que estaba limpiando.

—¿No se supone que estás trabajando?

—Estoy en un descanso.

—Ajá —dijo—. Tuviste un descanso hace quince minutos.

—Veinte. —Le entregué el café con leche que acababa de recoger de lo de Rose.

—¿Qué es esto?

—Un café con leche.

Se quedó mirando el vaso de café de papel como si le hubiera traído un ladrillo de oro y no una bebida que mi hermana se había negado a dejarme comprar. Marinette bebió un sorbo de la tapa de plástico negro, y esa mirada de pura alegría en su rostro...

Por esa mirada, por una risa, le llevaría un café todos los días.

—Gracias.

—Es sólo café, cariño.

Sus ojos se suavizaron.

—No para mí.

—No me mires así.

—¿Cómo?

Me acerqué más, colocando mi mano a su mandíbula.

—Como si necesitaras que te besaran.

Una sonrisa iluminó su rostro mientras se ponía de puntillas. Era demasiado bajita para alcanzar mis labios, así que me incliné y sellé mi boca sobre la suya, con mi lengua recorriendo su labio inferior.

Jadeó y su mano con el café se estiró hacia el soporte del televisor para dejarlo. Pero su brazo no era lo suficientemente largo, así que se lo quité, lo dejé a un lado, y luego la levanté y la llevé a la cama recién hecha y la acosté sobre el edredón blanco.
Marinette se aferró a mí mientras le daba mi peso, presionándola contra el colchón y deseando como el demonio haber pensado en cerrar la puerta.

Esta mujer me daba un hambre voraz. Su lengua se enredó con la mía y solté un gemido bajo en su boca. Sabía a café dulce y vainilla.

Era el mejor momento que había tenido y hasta ahora lo único que habíamos hecho era besarnos.

En la última semana, apenas había logrado mantener mis manos lejos de ella. Tuve que poner al menos una planta de hotel entre nosotros para poder trabajar, pero incluso así, encontré constantemente excusas para salir de la cocina y perseguirla. Y la había besado tantas veces como ella me lo había permitido.

Pero en cuanto estuve a punto de arrancarle la ropa, me detuve. Y durante una semana, mis duchas habían sido tan frías como el aire de principios de noviembre.

Joder, pero la quería. Si besarla era una indicación, seríamos un maldito fuego en la cama. Pero ella no estaba preparada.
Marinette necesitaba que sea lento.

Tranquilo. Quizá yo también.

Pero había sido realista con ella la semana pasada. Sabía en qué me estaba metiendo. Con ella. Con Hugo. Y era hora de dejar atrás el pasado.

Ella gimió cuando le mordí el labio inferior. Ese sonido se disparó directamente a mi dolorida polla, así que aparté mi boca y dejé escapar un gemido, dejando caer mi frente sobre la suya mientras respirábamos.

—¿Adrien? —La voz de Chloe llegó al pasillo.

Marinette jadeó, tratando de apartarme, pero no me moví.

—Adrien.

—¿Qué?

—Va a vernos.

—¿Y? —Mi hermana iba a verme encima de Marinette o me vería de pie con un bulto más grande de lo normal detrás de mi vaquero.

Juniper Hill || Adrinette Where stories live. Discover now